Alirio Rosales fundó en el sur de Quito, hace 20 años, Indalro. Actualmente, en su fábrica trabajan 19 personas en la tratamiento de aluminio. Foto: Alfredo Lagla  / Líderes
Redacción Quito
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En 20 años consolidó su marca en el mercado

Alirio Rosales siempre buscó un negocio que sea rentable. Su infancia transcurrió en la Bocana del Búa (poblado rural ubicado entre las provincias de Manabí, Esmeraldas y Santo Domingo de los Tsáchilas). Los comuneros de ese lugar sobreviven gracias a la agricultura y Rosales también buscaba éxito con la producción de café.

Pero a principios de la década de 1990, debido a la gran competencia, el negocio no floreció. Por ello, Rosales miró otras alternativas para emprender.

En esa época vivía en Santo Domingo de los Tsáchilas y su hermano mayor, Luis Alberto Rosales, aprendió el oficio de fundido del aluminio para la fabricación de ollas, gracias a las enseñanzas de un amigo colombiano.

Para Alirio Rosales el trabajo con el metal le pareció interesante y la oportunidad para constituir su empresa, al igual que su hermano. Pero para no convertirse en su competencia viajó a Quito, una ciudad con un mercado más amplio.

Con ese propósito vendió en 1,5 millones de sucres su camioneta Ford 350 (unos USD 658 en esa época), que la adquirió con las ganancias de su negocio cafetero. Con ese dinero y con ahorros invirtió unos USD 1 000 para iniciar las operaciones de su microempresa.

Se instaló en el sector de La Ecuatoriana (sur de Quito), y junto a dos trabajadores comenzó a forjar aluminio. Así, en 1994 nació Indalro (acrónimo de Industrias de Aluminios Rosales).

En principio, recuerda este emprendedor, elaboró moldes para los diferentes tamaños y modelos de ollas que quería manufacturar; incluso, él mismo fabricó máquinas para su taller, como tornos y pulidoras. También buscó nuevos diseños que tuvieran aceptación en el mercado capitalino.

Indalro comenzó con la elaboración de ollas pequeñas. Por los acabados y la minuciosidad artesanal, los productos resultaron atractivos para los clientes. Gracias a ello, la empresa comenzó a crecer, pero también la necesidad de incrementar la producción.

Con la ayuda de créditos bancarios adquirió un terreno en el mismo sector de la ciudad. Pero, incluso, gracias al crecimiento progresivo en la década del 2000, esa planta también se quedó corta.

En el 2006 se instaló en una nueva superficie de 2 500 m2, en el sector industrial del sur de la ciudad, donde hasta actualmente opera Indalro.

Ahora, la producción, en la que participan 17 personas, asciende a 2 500 y 3 000 ollas y utensilios de cocina al mes. Gracias a ello, la facturación mensual se ubica en USD 70 000.

Los productos de Indalro llegan a provincias como Machala, Guayas, los Ríos, Carchi, Pichincha, entre otras. En Quito, la marca se comercializa en autoservicios como Santa María y Supermaxi.

Vanessa Toledo, jefa de Compras de Dimetalsa, empresa que se especializa en la venta de equipos para la industria alimentaria, cuenta que son clientes de Indalro desde hace cuatro años. Toledo destaca la calidad de los productos y sobre todo sus precios competitivos. Cada dos meses adquiere unos USD 5 000 en esos artículos.

Mientras que Jaime Guerrero comercializa el producto en Ambato desde hace cuatro años. Él destaca la calidad de Indalro y cuenta que le ha comprado hasta USD 9 000 al mes en productos.