Una imagen de los huertos del programa Agrupar. En estas zonas de cultivo hay productos andinos y se aplican técnicas ancestrales. Los agricultores también pueden tener animales en estos lugares. Foto: Cortesía: Conquito

Una imagen de los huertos del programa Agrupar. En estas zonas de cultivo hay productos andinos y se aplican técnicas ancestrales. Los agricultores también pueden tener animales en estos lugares. Foto: Cortesía: Conquito

La agricultura urbana rescata lo ancestral en Quito

9 de enero de 2017 17:05

La siembra de especies vegetales andinas y el rescate de técnicas de cultivo ancestrales son algunos de los objetivos que tiene el programa de Agricultura Urbana Participativa (Agrupar).

Esta iniciativa pertenece a la Agencia de Promoción Económica (ConQuito) y existe desde el 2002. La idea es producir alimentos sanos en huertos orgánicos.

Alexandra Rodríguez, responsable del proyecto, explica que ConQuito brinda capacitación y asesoramiento técnico sobre la producción orgánica de hortalizas, plantas medicinales, frutas y crianza de cuyes, conejos, cerdos, abejas, gallinas o codornices, etc.

Todo lo que generan los agricultores sirve para su alimentación. Si quedan excedentes lo pueden vender en las 17 bioferias que se organizan tanto en parroquias urbanas como rurales de Quito.

Estas operan toda la semana y los días difieren de acuerdo al sector. “Todo es a precios justos, no fluctúan con la especulación. Son circuitos alternativos de comercialización porque son alimentos sanos, frescos y se venden directamente por el productor”.

Por año participan unas 4 000 personas de las cuales el 84% son mujeres, principalmente jefas de hogar. El proyecto también atiende a niños, adultos mayores, personas en rehabilitación social, centros de acogida, etc.

Para acceder se deben conformar grupos de mínimo cuatro personas y solicitar a la agencia ConQuito. El requisito es tener entre un metro cuadrado de terreno hasta
7 500 metros cuadrados para sembrar. Desde este año cada persona debe pagar USD 1, excepto ciertos grupos sociales vulnerables.

Una vez que las personas se inscriben se asigna un técnico para el grupo; él les da una charla de motivación y se consensúa para arrancar la capacitación. El curso contempla la preparación del terreno, la elaboración de abonos, el manejo del cultivo, la cosecha, la poscosecha, entre otros aspectos.

Rodríguez explica que como parte del proyecto se busca “incluir en la biodiversidad del huerto los cultivos andinos. Se quiere rescatar nuevas especies de papa e impulsar la siembra de quinua, amaranto, jícama, mashua, etc.”.

Esto es lo que ha hecho Laura Parada desde el 2009 en su huerto en San Isidro del Inca. Allí trabaja junto a su esposo. “Cultivamos tomate riñón, babaco, tomate de árbol, remolacha, jícama”.

Sobre esta última, que es poco conocida, señala que es un tubérculo parecido a la papa que tiene propiedades curativas el evitar el estreñimiento por tener fibra.

Conocimientos de este tipo también se rescatan a través del programa. Otro de los objetivos es que no desaparezcan productos andinos y que se respete información ancestral como el uso del calendario de siembra de acuerdo a las fases de la luna, qué plantas se asocian mejor con otras, etc.

Los cultivos del proyecto a escala urbana casi siempre se orientan al autoconsumo, mientras que los rurales, por el espacio de producción, tienen mayor capacidad para comercializar los excedentes.

Hay comerciantes que no solo venden en las ferias sino en las tiendas de barrio y en sus propias casas. Elvira Pérez, quien tiene hace 10 años un huerto en Guápulo, vende sus productos (uvilla, tomate de árbol, mora, babaco, mandarina, aguates, etc.), en la feria de la Cruz del Papa y en el mercado de La Floresta y en su huerto.

Históricamente a través del programa se han implementado 2 755 huertos. Los fines pueden ser seguridad alimentaria, terapia ocupacional, educación, negocio o emprendimiento, entre otros.

Actualmente, están activos 1 300 huertos. Elvia Sangucho tiene su terreno de 1 200 metros de cultivo en San Francisco de Miravalle desde hace 10 años. “Trabajo con toda mi familia. Producimos tomate riñón, mora, hortalizas. También, tenemos gallinas de campo, chivos, conejos, etc.”.