La Cooperativa Jardín Azuayo, con sede en Cuenca, es un actor de la economía popular y solidaria. Foto: Xavier Caivinagua para LÍDERES

La Cooperativa Jardín Azuayo, con sede en Cuenca, es un actor de la economía popular y solidaria. Foto: Xavier Caivinagua para LÍDERES

Giovanni Astudillo Editor 
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La economía popular afronta mejor la actual coyuntura

1 de agosto de 2016 09:46

Las organizaciones que pertenecen a la economía popular y solidaria, al estar centradas en la producción y consumo local de bienes y servicios, enfrentan de mejor manera las actuales circunstancias económicas del país.

Sus indicadores demuestran esta afirmación. El sector cooperativo, por ejemplo, tuvo un crecimiento en lo que va del año con relación al 2015. Las colocaciones aumentaron 1%, mientras que las captaciones subieron 4%.

Ese comportamiento no lo tuvo el resto del sector financiero tradicional, que experimentó descensos en estos indicadores, dice el gerente de la Unión de Cooperativas de Ahorro y Crédito del Sur, Juan Pablo Guerra. La causa, agrega, es que las personas y actores involucrados con este sector tienen mejor capacidad de adaptación a los cambios económicos.

Según el superintendente de Economía Popular y Solidaria, Hugo Jácome, una de las fortalezas del sector radica en que, por su naturaleza territorial, es menos vulnerable a estos choques y la volatilidad de los mercados internacionales.

Al analizar el crecimiento de los indicadores del sector, Jácome considera que se muestra la confianza en este segmento y “su gran capacidad para amortiguar el impacto de ciclos económicos decrecientes”.

Guerra destaca la diversificación e inclusión financiera. Si se compara el volumen de créditos versus la población, el sector cooperativo llega al 40% de los quintiles vinculados de la pobreza “El sector tradicional llega al 11%”.

En la Superintendencia están registradas 9 130 organizaciones, que pertenecen a los sectores financiero y no financiero popular y solidario. Pese a tener funciones diferentes, explica Jácome, ambos están interrelacionados y se complementan. Cita como ejemplo, que más de 77 000 operaciones de crédito del sector financiero popular y solidario vigentes están dirigidas al sector social y solidario.

Además, el 66% de los recursos destinados al microcrédito en el país es otorgado por cooperativas de ahorro y crédito. Es decir, señala, que el sector financiero popular y solidario brinda acceso a la liquidez necesaria, para que el sector no financiero se concentre en la sostenibilidad de su actividad productiva y el mejoramiento de los servicios que presta.

Pero la economía popular y solidaria tiene tareas pendientes. Según Guerra, aún faltan ajustes normativos y mejorar la imagen, “que fue afectada por ciertas entidades, que generaron desconfianza al no manejar bien el espíritu cooperativo”.

Jácome complementa con otros retos. El primero es la eficiencia, que implica reducir los costos y ofrecer menores precios a sus socios y al público, sin descuidar la calidad de productos y servicios.

Otro reto es aprovechar la coyuntura como una oportunidad, creando alternativas para la gente y nuevas soluciones de crédito o manejo de la liquidez, en el caso del sector financiero.
Para el no financiero, dice Jácome, es ofrecer nuevos productos y servicios que sustituyan opciones más costosas o que sean una alternativa más accesible para la gente.

Las cifras

El sector financiero. Este segmento de la economía popular y solidaria está constituido por 744 cooperativas de ahorro y crédito y la Corporación de Finanzas Populares y Solidarias, según la Superintendencia.

El no financiero. En este, en cambio, funcionan 5 815 asociaciones y 2 264 cooperativas de producción y servicios. Ambos sectores cuentan con aproximadamente 5 millones de socios y asociados.


El comercio justo levanta al emprendedor

Camari es una vitrina para pequeños productores que trabajan con conceptos como el comercio justo. Foto: Vicente Costales / LÍDERES

Camari es una vitrina para pequeños productores que trabajan con conceptos como el comercio justo. Foto: Vicente Costales / LÍDERES


Valeria heredia  (F)
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Los precios y el comercio justo son dos pilares para que un emprendimiento de la economía popular y solidaria crezca. Precisamente, este modelo lo muestra Camari, que trabaja junto a 200 productores que le apostaron a levantar sus negocios propios.

Camari es una tienda que ayuda a la comercialización de los productos de asociaciones o pequeños productores, en especial, del sector rural de 22 de las 24 provincias del Ecuador. Así lo indica Sagrario Angulo, coordinadora de esta tienda ubicada a pocos metros del mercado Santa Clara, en el centro norte de Quito.

El objetivo de Camari es trabajar con los emprendedores para que sus productos se comercialicen de forma justa y a precios adecuados. Esto es posible con las capacitaciones constantes. Se suma que les enseñan a que sus productos tengan un ‘plus’. “La economía popular y solidaria fortalece los principios de un comercio justo que beneficie a los productores”.

En Camari, que tiene 35 años de apoyo a los productores, hay productos de todo tipo. Van desde artesanías hasta productos comestibles. Se suma ropa, bisutería, adornos para el hogar y otros. Todos mantienen su identidad.

Angulo además señala que desde que iniciaron le apostaron a la economía popular y solidaria. “Fortalecemos el trabajo en colectivo de los productores para que todos busquen un bien común y, por supuesto, que obtengan ganancias para ellos y sus familias”.

El reto es que las personas aprecien de dónde vienen los productos. “Hay un poco más de conciencia de que con la compra de un producto se beneficia a alguien: a un productor y sus allegados”.

En Camari hay varios ejemplos de emprendimientos: la panela orgánica de familias de Pacto, que se constituyeron hace 15 años. Participan 20 familias, que trabajan y obtienen beneficios comunes.

Otro de los productores que se unió a esta tienda es Fausto Rivera, quien elabora mermelada de jengibre. Para él, estos espacios son importantes para poder crecer con un emprendimiento propio. Llevan ocho meses en el mercado, pero comenzaron con el trabajo hace dos. “Los primeros productos que entregamos fueron a sus familiares, amigos, vecinos, que no tenían tiempo para prepararse un té de jengibre por sí solos. Luego nos pidieron más”.

Rivera afirma que la comercialización de un producto nuevo es complicado, por lo que Camari es una buena plataforma para que se conozca su producto y, por supuesto, se venda a un precio que le permita tener ganancias.

Ahora, su meta es distribuir en más locales pequeños. “Le apostamos a la degustación en estas tiendas para que se conozca el producto. Luego, iremos a perchas de locales y grandes cadenas”.

Otra base de Camari es la asociatividad. Para Angulo, pese a su importancia también es una de las fallas. “Hay una falta de liderazgo para mantener las asociaciones. Se necesita reforzar el tema”.

La historia del producto es un gancho para vender


Sebastián Angulo (F)
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Las cooperativas y comunidades también necesitan una estrategia de marketing. A unos les va bien y otras no tanto, pero hacen el intento y quieren aprender.

Las Mipymes que pertenecen al sector de economía popular y solidaria buscan promocionar las características de sus productos que los distinguen de la industria que manufactura en serie.

Para estas firmas, lo amigable con el medioambiente, el comercio justo y lo orgánico deben reflejarse en su marca y promoción para llegar a su público objetivo.

Por ejemplo, en Runa -un proyecto que trabaja con 3 000 agricultores y 200 comunidades de la Amazonía- el objetivo de su plan de marketing es contar la historia detrás del producto. Es decir, que los potenciales clientes conozcan a las comunidades y los procesos de producción.
“Las personas que compran nuestros productos quieren tener la certeza de que es orgánico”, dice Francisco Mantilla, gerente de Runa. Y para ello, necesitan certificaciones internacionales que avalen esta característica.

Hoy, los ingresos anuales de la firma ascienden a USD 1 millón aproximadamente. De esa cantidad, el 10% se invierte para la promoción dentro del país y para el extranjero se destinan montos superiores; una inversión que esperan que tengan pronto retorno.

Su promoción, cuenta Mantilla, se basa en la degustación del producto y presencia en redes sociales. Esto se vincula al turismo comunitario, a través de la ruta de la guayusa, que beneficia a las comunidades productoras directamente. “Buscamos mostrar una imagen moderna pero sin perder la esencia”, dice el gerente.

Susana Cárdenas es cofundadora de Montecristi Chocolate, una firma que compra cacao fino a una cooperativa conformada por unos 1 000 agricultores de Manabí. Su principal mercado es Gran Bretaña y, junto a sus socias, han buscado promocionar su producto a través de ferias y eventos.

“El europeo en especial valora muchísimo la historia de las personas detrás de cada barra de chocolate”, dice Cárdenas. Por ello, el objetivo de su marca es dar fuerza a las comunidades que cultivan la materia prima.

Además de las ferias y los eventos, Montecristi Chocolate también tiene presencia en redes sociales como Twitter e Instagram y para recaudar fondos para los afectados del terremoto del 16 de abril lanzaron la ‘the earthquake bar’ (la barra del terremoto).

Pero también hay otras iniciativas de este segmento que no cuentan con los conocimientos suficientes para promocionar sus productos. Por ejemplo, Econegocios Gran Sol, una cooperativa que agrupa a 35 organizaciones de productores a escala nacional y 240 emprendimientos familiares, reconoce que necesita aprender sobre marketing y comunicación. Esta iniciativa, que nació en el 2014, entrega sus productos a diferentes clientes, como hospitales pero también comercializan sus insumos en puntos de venta de la provincia del Azuay.

Gran Sol comercializa productos naturales como lechuga hasta industrializados como té que es elaborado por mujeres de la provincia de Chimborazo que se exportan a Francia y Alemania. El producto estrella es pollo criado en granjas de pequeños productores y además una línea de hortalizas y frutas.

Alfredo Robles, gerente de la iniciativa sostiene que la promoción es una de sus debilidades y que por ello se han asociado con la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Politécnica Salesiana para capacitarse en este aspecto. “Estamos trabajando en esta ámbito para difundir los conceptos de economía popular y solidaria”, cuenta Robles.

El emprendedor sostiene que no han realizado promoción en medios masivos debido a la falta de recursos. Mientras tanto, han buscado acudir a diferentes entidades y ferias para promocionar su iniciativa.

Las exportaciones crecieron en cinco años

Carolina Enríquez (F)
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Las organizaciones de la economía popular y solidaria nacional entraron al mercado internacional y, poco a poco han logrado posicionar su oferta exportable.

En los últimos cinco años, según la Federación Ecuatoriana de Exportadores (Fedexpor), las ventas de este segmento crecieron casi cuatro veces. ¿La razón? El impulso dado a través de entidades públicas y privadas.

El Instituto de la Economía Popular y Solidaria (IEPS) explica que el sector al que representa inculca la asociatividad de personas con un mismo propósito: emprender un negocio “en donde el fin último no sea el lucro”.

Una de estas agrupaciones es la Cooperativa de Productores de Panela El Paraíso. Rubén Tufiño, gerente y representante legal, explica que la organización está conformada por 40 microempresas artesanales y cada una está conformada por, al menos, cinco miembros, que elaboran panela que se exporta a Italia bajo la marca Dulcita.

El año pasado exportaron, aproximadamente USD 500 000. Sus socios manejan normas de comercio justo y cuentan con certificación orgánica. Tufiño indica que con las ganancias buscan mejorar las condiciones de vida de los productores de Pacto.

Víctor Jurado, director de ProEcuador, dice que en lo que va del año 41 organizaciones de las EPS, que representan a unos 130 000 productores, han exportado USD 117,9 millones. El año pasado 40 entidades exportaron.

Existen 48 destinos de exportación de organizaciones de economía popular y solidaria, siendo el principal la Unión Europea, seguido de Turquía y EE.UU. Entre los productos de exportación constan cacao en grano, coco, rosas, azúcares, café, cereales, alcoholes, artesanías, etc.

Entre estas últimas se encuentra la Unión de Productores Progresistas de Mazapán. Allí se agrupan 18 socios cuya producción va en un 95% a EE.UU. y Europa; el 5% restante se queda en el país. Los artesanos desarrollan figuras con motivos andinos, religiosos, animales o lo que les soliciten.

Luis Lanche, presidente de este gremio, asegura que colocan el producto a través de fundaciones. Pero les gustaría poder realizar las ventas de manera directa.

Con el fin de mejorar las condiciones empresariales la Unión impulsa la autogestión, el desarrollo de planes de negocios, el acceso a crédito a través de la Corporación Nacional de Finanzas Populares, la promoción comercial, etc. Mientras que a través de ProEcuador recibe asistencia técnica, capacitaciones, asistencia a ferias, etc. Entre estas últimas está Ethical Fashion Source, Aromas del Ecuador, etc.

Entre los retos están la adaptación del producto a los requerimientos internacionales.
Daniel Legarda, titular de Fedexpor, sostiene que el apoyo técnico es clave. La Cooperativa de Productores de Panela El Paraíso, por ejemplo, recibe asesoramiento del Gobierno de la Provincia de Pichincha. Además, en cuanto a la parte técnica, han ido mejorando procesos. Ahora reciben la panela de los microempresarios en un centro de acopio. Allí se hace un control de calidad y el empacado.

Desde el próximo año, gracias a la construcción de una planta centralizada, recibirán únicamente la caña. Esta se procesará, empacará y enviará de forma directa.