Los socios venden alrededor de 400 cocos al mes, cada uno, en presentaciones como jugo, cocada y otras. Ellos recorren las calles de Quito. Foto: Facebook

Los socios venden alrededor de 400 cocos al mes, cada uno, en presentaciones como jugo, cocada y otras. Ellos recorren las calles de Quito. Foto: Facebook

Una década con el sabor esmeraldeño como bandera

5 de abril de 2017 13:13

Su horario de trabajo es habitualmente de 09:00 a 18:00, pero las lluvias de esta temporada a veces les obliga a detener su negocio más temprano.

Están ubicados estratégicamente en varios puntos de la ciudad de Quito, principalmente en los exteriores de las administraciones zonales del Municipio.

Se los puede ver con una sonrisa amplia, detrás de un carrito de acero inoxidable ofreciendo las delicias que provienen del coco. Son los 16 miembros activos de la Asociación Coco y Sabor, que en 2017 cumple 10 años de vida.

Pese a que la Asociación tiene una década de conformada, el trabajo de estas personas en Quito se remonta mucho más atrás.

Emenegildo Quintero, el presidente de la Asociación, cuenta que hace más o menos 25 años muchos esmeraldeños trabajaban en la capital de forma precaria.

Ellos vendían agua de coco en carretas, recorriendo la ciudad desde San Roque hasta 46 puntos diferentes, sin mayores garantías de trabajo. Pero eso cambió.

Con la constitución de la Asociación -en el 2007- se logró acceder a capacitaciones en ConQuito, enplanes de negocio, creación de microempresas, marketing, manipulación de alimentos, etc. Allí se capacitaron 46 personas, sin embargo el grupo se fue achicando hasta quedar en 22 socios.

Luego vino la legalización de la marca Coco y Sabor, en el Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual (IEPI), así como la obtención del RUC.

También consiguieron acceder a créditos para pasar de las carretas a los coches, con el respaldo del Municipio de la capital.

Solo para esta herramienta de trabajo se necesitó de una inversión de USD 1 600 hace seis años.

A lo que se suma otros montos en materiales como vasos, envases, uniformes, etc., que dan un total de USD 2 000 invertido por cada socio.

La inversión ya se recuperó y de acuerdo a su plan de negocios, se prevé empezar pronto con una nueva fase que es abrir sus propios restaurantes de Coco y Sabor, donde se pueda ofrecer platos propios de la provincia verde, como encocados, tapados y otros alimentos de la gastronomía esmeraldeña.

Otra idea que tienen es lograr que el Estado les facilite tierras, sea en venta, alquiler, comodato u otra condición, para cultivar más coco, ampliando la producción nacional del fruto.

Mientras tanto, en los carritos de Coco y Sabor se puede encontrar coco entero, jugo, cocada, chicharrón y aceite de coco.

Cada socio se hace cargo de 400 cocos al mes, es decir 6 400 frutos que se le compra a un proveedor específico que los trae directo de las zonas de Esmeraldas, La Concordia y La Unión.

“Nuestro único problema es la lluvia”, comenta Quintero, al asegurar que en los días de sol las ventas son muy buenas. Él afirma que sus clientes los prefieren porque hay una garantía de atención, higiene y calidad.

Los precios que manejan son de vasos de jugo de 50 y 75 centavos, y de USD 1, botellas de USD 1,25, el balde de jugo de 20 litros en USD 65, cocadas de 50 centavos y de USD 1, chicharrón de coco en USD 1 y el aceite de coco en USD 5.

Cristian Montenegro, conductor, es un asiduo consumidor de los productos de Coco y Sabor. “Siempre que paso por el Playón les compro un juguito”, dice Montenegro, al confirmar que paga sin problema 25 centavos más de lo que ofrecen otras personas en la calle, porque el confía en la calidad del producto.

“Son muy cuidadosos con la manipulación y eso es importante”, asegura el cliente.
Fredy Govea, es uno de los socios de Coco y Sabor, que se ubica en la García Moreno y Bolívar.

Él asegura que desde que está en la Asociación su vida es diferente porque antes trabajaba solo determinado tiempo y volvía a hacerlo cuando la plata se acababa. “Iba y venía y nunca tenía nada”, dice, al afirmar que ahora tiene un ritmo de trabajo que le permite ahorrar y capacitarse constantemente.