Mariana Maldonado. El Universal de México (GDA)
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Emprendedores, del temor al primer paso

¿Tienes miedo al fracaso y a la bancarrota? ¿Rechazas la incertidumbre de lo que representa aventurarse a abrir una nueva empresa? ¿Crees que tu idea no es lo suficientemente buena para pasar esa dura prueba frente al consumidor? O, ¿eres un obsesionado por la perfección y temes que las cosas no salgan como tú lo estás pensando? Quizá no tienes ese 'gen' que distingue a los emprendedores natos y que los hace triunfar así como así. Creencias o miedos, cualquiera de estas situaciones se convierten en barreras que el propio individuo se pone para evitar emprender. Ambos son centrales para la decisión de fundar o no una empresa, y han merecido numerosos estudios académicos.

Otros factores relacionados con el emprendimiento son la necesidad de éxito, de tener el control, la de tomar riesgos, la poca o mucha tolerancia a la ambigüedad y la autoconfianza, según un estudio publicado en la Revista Asiática de Emprendimiento y Sustentabilidad. Todos, absolutamente todos, ponen barreras a la hora de planear una nueva empresa.

Víctor Moctezuma, director del Hub de innovación y emprendimiento iLab Veracruz, asegura que dentro de su entrenamiento se encuentra el prepararlos para enfrentar todo tipo de miedos y obstáculos propios de estos sentimientos negativos. "La primera cosa que les reclamamos es: no hay tolerancia al marasmo mental, porque esa es la primera barrera que hace que todo lo demás esté en contra. Si tú no das el paso adelante, no te quitas las venda de los ojos de que es imposible, nadie lo hará por ti".

EN BÚSQUEDA DEL GEN
¿El emprendedor nace o se hace? Es una pregunta que se ha planteado una y otra vez. Bill Aulet, director del Martin Trust Center del MIT, en su libro 'Disciplina para emprender. 24 pasos para una exitosa puesta en marcha', dice que el emprendimiento se puede enseñar.

"Cuando vemos a Richard Branson, Steve Jobs, Bill Gates, Larry Ellison, y otros emprendedores que llaman la atención, parecen extraordinarios. Pero cada de sus éxitos es el resultado de un gran producto que los hizo exitosos, no de un gen especial", asegura en la introducción de su libro. Adiós gen, hola, enseñanza.

MIEDO AL FRACASO
Es quizás el 'rey' cuando se habla de emprender. El miedo a la bancarrota es un factor de decisión para muchos emprendedores potenciales para no emprender un negocio, según un informe realizado en los Países Bajos. El riesgo de fracasar parece ser alto. En México: 70% de los negocios no llegan a su tercer año de vida, según un estudio de KPMG.

El libro del fracaso elaborado por Fuck Up Nights y por el Instituto de Emprendimiento Eugenio Garza Lagüera incluso lo aborda con humor y sostiene que con el tiempo es posible digerirlo.

Una frase del dramaturgo Samuel Becket citada ahí puede ayudar: "Fracasa. No importa. Inténtalo de nuevo. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor".

La aversión al riesgo es otra barrera psicológica hacia emprender, según un estudio publicado en la Revista Internacional de Negocios y Management. Un estudio de John Morgan, un profesor de temas empresariales de la UC Berkleys, añade que a los empresarios no solo no les gusta el riesgo sino que se mueven por lo que él llama "aversión a la pérdida".

Los otros factores

Búsqueda de reconocimiento. El libro del Fracaso dedica un apartado a este punto y lo titula: "Si buscas reconocimiento, detente", y sostiene que, quizá seas el más guapo para tu pareja y el más inteligente para tus padres, pero... no lo serás para todos.

Mejor, perfecto. La perfección no existe, ¿cierto? El libro del fracaso recomienda que se asuma como lo que es: "un ideal que te anima a emprender acciones", y no como la última meta.

Tolerancia a la frustración. Se relaciona con intentarlo una y otra vez porque, seguramente, a la primera no va a salir. "Todo el tiempo estás rodeado de obsesiones, no puedo, no debo. Es lo primero que se debe de romper", asegura Víctor Moctezuma, director del Hub de innovación iLab Veracruz.

El especialista

Emprendedor, ¿con el corazón o con la cabeza?

Resultan sorprendentemente sencillos y hasta cierto punto elementales y de sentido común los relatos de los individuos exitosos. Ellos hablan de sus logros como asuntos que pudieron ocurrírseles a cualquier persona; afirman que sus decisiones fueron simplemente consistentes con las circunstancias, que hicieron lo que era necesario hacerse, en el tiempo y espacio apropiados, con un nivel de convencimiento que era casi imposible que no les llevara a lograr el éxito.

Advierten, eso sí, que saborearon derrotas y frustraciones, que tuvieron que sobreponerse a sus propios miedos, condicionamientos mentales, al autosabotaje; dejar de culpar a las circunstancias. Lo intentaron una y otra vez, y solo entonces vieron materializarse sus sueños. Sin embargo, nunca creyeron que habían tocado el cielo con las manos.

A partir de esos testimonios, centenares de autores han intentado descifrar los misterios del éxito, convencidos de que debe haber un método capaz de hacer de cualquier sujeto medianamente ambicioso un triunfador.

Es evidente que el tiempo y los contextos son cambiantes. Por ejemplo, la presente generación cuenta con recursos y medios tecnológicos que permiten hacer todas las previsiones posibles antes de lanzarse a las turbulentas aguas de los negocios. Entonces, los emprendedores evitan todo lo que parece subjetivo, como las 'corazonadas'; prefieren dejarse guiar por lo 'concreto'. Echan mano de los indicadores económicos, estudian las estrategias de sus potenciales competidores, conocen el mercado y el comportamiento de los consumidores, saben de 'marketing'; dominan el 'branding', el 'e-commerce'.

Aún así, el pánico y la inseguridad les acompañan siempre. El problema radica en la avidez, en la búsqueda neurótica del éxito, en la pereza, que prefiere cómodos atajos. En cambio, los emprendedores de inicios del capitalismo contaban con escasos datos, de modo que su intuición era su principal herramienta. También hay diferencias 'filosóficas' respecto del dinero y el trabajo. Muchos de los acaudalados empresarios de antaño atribuían su buena fortuna a sus convicciones espirituales. Por su parte, los emprendedores de estos tiempos conciben a Dios, en el mejor de los casos, como un socio estratégico; prescindible si llegara a oponer resistencias éticas para alcanzar el éxito.