Road Town, en Tórtoloa, islas Vírgenes Británicas, fue una de las zonas más afectadas por el huracán Irma, a su paso por la zona del Caribe. El Gobierno británico envió asistencia y ayuda. Foto: Paul Rouse / EFE

Road Town, en Tórtoloa, islas Vírgenes Británicas, fue una de las zonas más afectadas por el huracán Irma, a su paso por la zona del Caribe. El Gobierno británico envió asistencia y ayuda. Foto: Paul Rouse / EFE

La factura de los desastres naturales es más costosa

15 de septiembre de 2017 20:51

Todavía queda por establecer el costo definitivo de los daños ocasionados por el huracán Irma a su paso por el Caribe y la Florida. Este evento, hasta el jueves, dejaba 44 y 33 muertos, respectivamente. Una cifra de Moody’s Analytics señala que los huracanes Irma y Harvey, en conjunto, pudieron causar daños económicos que fluctúan entre USD 150 000 y 200 000 millones.

Estos costos serían comparables con los generados por el huracán Katrina, en Nueva Orleans, el 2005. Como cifra inicial, la firma calculó que Irma, que azotó Florida como huracán categoría 4, variaría de USD 64 000 a 92 000 millones. Mientras que los daños causados por el huracán Harvey, que asoló parte de Texas, serían de USD 108 000 millones, señala la firma especializada.

Las pérdidas económicas estimadas por desastres naturales en el 2015 fue de USD 70 300 millones. Ecuador no está lejos de esa realidad, el terremoto que afectó la costa norte del país, el 2016, dejó 663 personas fallecidas, 12 desaparecidas, 4 859 personas atendidas en las primeras 72 horas de la emergencia y unos 80 000 mil afectados (desplazados). En términos económicos el costo alcanzó de USD 2 253 millones.

Llaman la atención estos valores generados por estos eventos naturales y su impacto en la economía de los países, las regiones e, incluso, los continentes. Sin embargo, Irma y Harvey son solo las expresiones más actuales, totalmente negativas para las comunidades, de eventos como inundaciones, deslizamientos, tsunamis, tifones, huracanes, terremotos y erupciones.

Economías de poblaciones, comunidades, países y hasta regiones quedan afectadas y con costosos y dolorosos procesos de reconstrucción y recuperación económica.

Estos escenarios y situaciones se vuelven cada vez más recurrentes y letales. La vinculación de eventos como inundaciones, huracanes, tifones y movimientos de tierra son cada vez más relacionados con el cambio climático, situación que enciende la alerta de los expertos, de organismos mundiales, organismos de la sociedad civil y también de los gobiernos. A esto se añade el crecimiento de las zonas urbanas y, por ende, de la población mundial que aumentará la presión sobre la naturaleza, los entornos geográficos y los recursos naturales.

El Banco Mundial señala en su estudio ‘Peligros naturales, desastres evitables’ (2010) que ha habido más personas afectadas en las dos últimas décadas que en las anteriores. Los desastres afectan a todas las regiones. Sin embargo, las inundaciones y las tormentas son los más comunes, mientras que las sequías lo son mucho menos (excepto en África).

También, establece que las muertes están más concentradas: las sequías en África son las más mortales, las tormentas en el este y el sur de Asia se llevan muchas vidas. Las diferencias entre países sugieren que algunos previenen los desastres mejor que otros.

El cambio climático complica las cosas aún más. Los modelos específicos para predecir la meteorología no permiten proyecciones seguras en el nivel local, pero la intensidad, frecuencia y distribución de los peligros naturales cambiará con el clima.

El daño anual causado por ciclones tropicales, inducidos por el cambio climático, podría estar entre USD 28 000 millones y 68 000 millones, señala la entidad financiera. Estas estimaciones, sensibles a parámetros y supuestos sobre el futuro, se expresan en términos de “valor esperado” anual.

Pero no se espera que los daños lleguen siguiendo un flujo continuo. Se espera que el cambio climático sesgue la distribución de los daños de los ciclones tropicales, y es probable que por acción del cambio climático sean más comunes los ciclones inusuales pero violentos. Este informe señala que, en EE.UU., tormentas devastadoras que podrían ocurrir cada 38 a 480 años dado el clima vigente, podrían darse cada 18 a 89 años con el cambio climático futuro.

En una parte el informe señala que los científicos identificaron distintas catástrofes que un cambio climático podría desencadenar: incrementos drásticos del nivel del mar, alteración de las corrientes oceánicas, trastornos a gran escala del ecosistema y aceleración del cambio climático.

Las zonas sujetas a los peligros están en Asia Oriental y Meridional, Centroamérica y la parte oeste de Sudamérica. Muchas de ellas están, además, densamente pobladas y más desarrolladas que la media.

La prevención sigue ausente en la cotidianidad

Una de las alternativas que se maneja a escala mundial, para reducir las afectaciones a poblaciones y estructuras que causan los eventos naturales sigue siendo la prevención. En especial para y en las poblaciones pobres de comunidades y naciones. Hay una razón principal: los desastres naturales aumentan la pobreza mundial.

Según una publicación del Banco Mundial “Indestructibles, construyendo la resiliencia de los más pobres frente a los desastres naturales” (2017), la pobreza es un factor de vulnerabilidad frente a los desastres y, asimismo, estos son un factor determinante de la pobreza. Aunque sigue siendo imposible cuantificar el efecto total de los desastres naturales en las cifras de pobreza, se pueden evaluar sus efectos a corto plazo en las pérdidas de ingresos.

Tras encuestas realizadas a 1,4 millones de hogares que son representativos de unos 1 200 millones de hogares y 4 400 millones de personas de 89 países. El análisis concluye que si todos los desastres se pudiesen evitar el próximo año, habría 26 millones de personas menos en situación de pobreza extrema; es decir, aquellas que viven con menos de USD 1,90 al día.

La publicación especializada señala que la vulnerabilidad a los riesgos y desastres naturales puede reducirse mediante esfuerzos de desarrollo y reducción de la pobreza que hagan posible que las personas se establezcan en lugares más seguros, que sus medios de vida y sus activos sean menos vulnerables, y que les provean de herramientas y apoyo para hacer frente a las diferentes catástrofes.

El impacto de los desastres naturales, dice el informe, sobre el bienestar también depende de en qué medida las personas puedan resistir y adaptarse, lo que depende, entre otras cosas, del apoyo que reciban. La cobertura social de las personas pobres suele ser baja y tras verse afectadas por una catástrofe, reciben menos ayuda para la recuperación que las personas no pobres.

Los desastres obligan a los hogares pobres a tomar decisiones que tienen efectos perjudiciales a largo plazo, como sacar a un hijo de la escuela o recortar los gastos en cuidados de salud.

Diego Cisneros Heredia, investigador USFQ, señala que es un tema complejo el relacionado con la reducción de las afectaciones y daños a personas, edificaciones y otras estructuras. Cada evento natural es totalmente diferente al otro, incendios forestales no tienen punto comparación con marejadas, terremotos. Hay zonas que tendrán más riesgo ante un desastre que otra.

Además se deben realizar evaluaciones profesionales reales, hay que tomar en cuenta, por ejemplo, la historia de la zona. Por ejemplo en Quito si se quiere hacer algo o construir algo se debe recordar los movimientos telúricos y erupciones de los cuales hay registros, evaluaciones históricas y contextuales de esa zona.

En temas ambientales y en temas de salud nosotros hemos perdido el contexto de largo plazo, nos falta mucho de la historia. Ahora somos súper citadinos, inmediatistas, en las redes sociales circulan noticias fáciles, rápidas... En los años 80, el tema del VIH impactó a una sociedad, “ahora cuantas personas se acuerdan de lo que pasó con estas enfermedades. Otro ejemplo: ¿nos acordamos los quiteños de la época cuando esperábamos los cortes de luz, por los problemas ocasionados en la hidroeléctrica Paute; esto se daba por la falta de lluvias y la tala indiscriminada que hubo en los alrededores..?

En las acciones individuales relacionadas con el cambio climático no reconocemos la acción propia y lo que hacemos siempre es culpar a otro. Solo un ejemplo se da cuando se lava en automóvil con manguera.

Por su parte, Hugo Yepes, exdirector del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, señala que en el caso de los ecuatorianos todavía no aprendemos de los eventos ocurridos antes. Por ejemplo, del terremoto de Bahía en áreas como la forma de construir o los sitios donde se construyen. El experto dice que eso se refleja posteriormente en eventos ocurridos en provincias como Manabí.

En el caso de México, dice, si bien hay una mejor cultura respeto al terremoto ocurrido en 1985, como por ejemplo la implantación de la alarma sísmica, no se puede decir que se aprendió. Esto porque, a pesar de que el número de víctimas y daños es menor, falta estudiar y entender mucho qué tipo de onda sísmicas y fuerza sísmicas afectaron. “Los terremotos no son iguales. Hay que tener en cuenta que el mecanismo de la fuente sísmica (el tipo de onda); las características del suelo (unos absorben y otros amplifican la onda) y, tercero, recién aquí viene el tema del tipo de edificación que existe, señala.