William Cavero es un artesano que elabora guitarras e instrumentos folclóricos de madera de cedro, pino y capulí desde hace 35 años. Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES

William Cavero es un artesano que elabora guitarras e instrumentos folclóricos de madera de cedro, pino y capulí desde hace 35 años. Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES

Tres generaciones de una fábrica de música

6 de abril de 2016 16:26

Con un solo vistazo, un breve rasgado y sentir el peso en sus brazos, William Cavero conoce la calidad de una guitarra. Desde hace 40 años las vende en Quito y desde hace 35, las fabrica.

Su negocio está ubicado en pleno Centro Histórico de Quito en las calles Flores y Pereira, a la vuelta del Colegio de los Sagrados Corazones y a media cuadra de la plaza de Santo Domingo.

Único dependiente y vendedor en su local, con la ayuda de una pequeña lija Cavero arregla el mástil (brazo) de una guitarra. Solo lo acompaña el retrato de su madre que falleció años atrás y sus instrumentos de cuerda, viento y percusión que descansan sobre soportes, cuelgan de ganchos y duermen en vitrinas a la espera de un comprador: guitarras, charangos, bandolines, requintos, bombos, rondadores, bongos, maracas y chajchas.

El oficio de elaborar instrumentos lo aprendió en su adolescencia de un tío en la ciudad de Catarama, su tierra natal ubicada en la provincia de Los Ríos, a pocos minutos de Guayaquil.
Cuando llegó a los 18 años de edad, se desplazó a Quito para cumplir con el servicio militar y decidió radicarse en la capital.

Ahí emprendió con el negocio de la venta de instrumentos musicales en el local del Centro Histórico, que desde hace 40 años arrienda a las religiosas de la Orden de los Sagrados Corazones.

Pocos años después de tener el local, hacia finales de los años 70 y con la ayuda de un operario, se puso su primer taller.

Para ello, adquirió maquinaria como sierras, lijadoras y herramientas varias para darle forma a la madera previamente tratada.

La cuerdas para las guitarras, las compraba en Sangolquí y la madera de cedro y pino, la conseguía de proveedores locales.

Poco a poco comenzó a crecer su negocio y ello dio lugar a la apertura de un segundo local y taller en la Mariana de Jesús y 10 de Agosto. Incluso con el incremento de sus ventas abrió un tercer taller en el sector de El Labrador.

Llegó a tener a cargo hasta cuatro trabajadores que producían de cuatro a cinco guitarras semanalmente y unos 100 pares de maracas hechas de cuero cada mes, entre otros instrumentos de cuerda y de percusión.

“El secreto está en la madera”, cuenta. Generalmente es de pino, pero hay de varias calidades. Incluso guitarras para artistas profesionales que superan los USD
2 000 se fabrican con capulí.

“El oficio era rentable hasta que llegaron las guitarras chinas con el inicio de la dolarización”, dice Cavero. “El mercado chino dañó todo. La gente se malenseñó a ver brillo, nada más. No calidad”.

Los bajos precios de la producción en masa le obligaron a cerrar el local de la av. Mariana de Jesús y prescindir del servicio de los operarios del taller y los dependientes de los locales.
Ahora solo él fabrica una o dos guitarras a la semana y unos cinco u ocho pares de maracas al año.

Pero el oficio no morirá con él. William Cavero heredó a sus hijos el conocimiento para la fabricación de instrumentos musicales.

Y para contrarrestar el ‘dumping’ musical de la China, compra guitarras a artesanos de Tizaleo con costos más económicos.

Uno de sus clientes es Tarquino Cruz Ramírez, ambateño radicado en Guayaquil desde hace 25 años, que tiene un local de instrumentos folclóricos.

Bombos, maracas y rondadores son de los productos ‘sello Cavero’ que más se cotiza. Pero sobre todo, Cruz destaca la calidad de los charangos, hechos a mano, con cuidado y buena madera.

Uno de estos instrumentos puede costar entre USD 90 y 200. Mientras que los precios de las guitarras van desde los USD 70 hasta los 2 000.