César Cepeda, Karina Cepeda y Francisco Chiza son los fundadores y administradores de La Kafra. El restaurante funciona en Los  Chillos. Foto: Galo Paguay / LÍDERES
REDACCIÓN QUITO (I)
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De la parrilla Familiar pasó al restaurante

En abril del 2009, Karina Cepeda y Francisco Chiza estudiaban Ingeniería Hotelera en la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE). Al mismo tiempo decidieron emprender en un negocio de comida rápida: La Kafra.

Ellos no habían aún visto materias sobre emprendimiento o proyectos. Desconocían la teoría, pero de todos modos se animaron para montar un negocio con la meta de ofrecer comida de calidad y a precios asequibles.

Para empezar, usaron USD 450 que Chiza recibió de liquidación luego de trabajar en una empresa de ropa deportiva. A ese capital inicial se sumó el apoyo moral y económico de las familias de esta pareja. Los papás de Cepeda les permitieron usar 13 metros cuadrados del garaje de su casa, ubicada en San Rafael, al oriente de Quito.

"Con apoyo de la familia adecuamos un techo, levantamos un par de paredes y colocamos puertas", cuentan estos jóvenes emprendedores de 26 y 27 años. En total se invirtieron unos USD 5 000, entre ahorros de cada uno y de la familia.

La oferta inicial consistía, principalmente, en hamburguesas a la parrilla. "Empezar fue difícil, la calle no estaba asfaltada por completo, había poco tránsito y llegaban unos dos o tres clientes al día", recuerda Cepeda, quien antes de emprender por su cuenta trabajó como mesera en una franquicia de comida.

La pareja, que se casó en el 2011 y que tiene dos hijos, no se dio por vencida. Sabían que tenían que sacar adelante su proyecto y se mantuvieron firmes. Ambos realizaban las compras, preparaban los platos (10 en un principio) y atendían a los clientes. El panorama mejoró y para el 2011, familias enteras llegaban al pequeño local que apenas tenía una mesa.

Entonces fue necesaria una primera ampliación y la contratación de una persona para la parrilla. Le siguieron al menos dos ampliaciones más y en la actualidad el local tiene 80 metros cuadrados, 50 mesas y 30 empleados, entre personal de cocina y meseros, la mayoría, a medio tiempo.

Fernanda Díaz y Verónica Ribadeneira son clientes de La Kafra. Ellas van con sus esposos e hijos y destacan que la atención es rápida y que existe variedad de platos, que van desde desayunos, almuerzos, jugos de frutas y platos a la carta. "La comida es rica y tienen un menú especial para niños, lo que es de ayuda para los padres" destaca Ribadeneira.

Cepeda cuenta que uno de los pilares de este negocio fue su madre Rosa Carvajal, quien falleció semanas atrás. "De ella aprendí todos los trucos de la cocina. Además, me enseñó que la clave es la amabilidad y el buen servicio al cliente".

Entre sus proveedores se cuentan comerciantes independientes y firmas como Pronaca o Juris. Nubia Pavón, de esta última empresa, comenta que trabaja con La Kafra desde hace tres meses. "Son muy buenos compradores. Les proveemos de jamón, salchichas y otros embutidos. Les visito una vez a la semana para receptar los pedidos", indica Pavón.

Los planes de crecimiento de La Kafra continúan. Sus dueños están por empezar otra remodelación del local, pensando en las fiestas navideñas y de fin de año.

Cepeda y Chiza mantienen el mismo ánimo del principio. Ellos trabajan en el local desde antes de las 08:00 y permanecen atentos del negocio todo el día. "Es un asunto de compromiso, constancia y dedicación", resume Cepeda.