En el centro cultural Mushily se adecuó un rincón para exhibir las bufandas y cintillos elaborados por tsáchilas. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES

En el centro cultural Mushily se adecuó un rincón para exhibir las bufandas y cintillos elaborados por tsáchilas. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES

Las bufandas son una opción de negocio

30 de enero de 2020 11:49

Las bufandas y cintillos son un nuevo emprendimiento de las mujeres tsáchilas de la comuna Chigüilpe, en Santo Domingo.

Las aborígenes habían dejado de confeccionar estas prendas debido a que las nuevas generaciones ya no las utilizaban.

Pero hace cinco años, la actividad turística aumentó en la comuna y los visitantes se interesaron por la vestimenta típica de los tsáchilas. Desde entonces, se retomó la confección de tunán y manpe tsanpa, que son faldas utilizadas por los hombres y mujeres nativos. Se diferencias porque la de los hombres es blanca o azul oscuro o negro y la de las mujeres tiene varios colores.

Regina Calazacón es una de las pocas mujeres de Chigüilpe, que podía tejer las faldas en los telares (tsita ya en el idioma tsa’fiki).

Ella recuerda que hace 25 años, el tsáchila ya no utilizaba esas prendas hasta que se formó el Museo Etnográfico Tsáchila y se requería que los guías vistieran la ropa nativa.

Como solo Calazacón recordaba como tejer, se decidió comprar las prendas en Otavalo (Imbabura). Pero las faldas no eran elaboradas con algodón sino con lana.

Regina se propuso retomar esa tradición y se encargó de enseñarle a las nuevas generaciones a construir y a utilizar el telar de pambil y caña guadua.

Aunque, el proceso ya no es el de antes. Eso debido a que la escasez de algodón en las comunas hizo que se empiece a utilizar lana. Además, la confección ya no es un trabajo únicamente de las mujeres. Los hombres de la nacionalidad también aprendieron.

En el caso de Regina, ella le enseñó a su hijo Emilio Calazacón. Al principio, los hombres pusieron resistencia porque ese oficio eran netamente femenino. Pero cuando ingresaron a la escuela cultural, que es parte del centro cultural Mushily, entendieron que se trataba de rescatar una tradición que estaba desapareciendo.

En el centro cultural Mushily se adecuó un rincón para exhibir las bufandas y cintillos elaborados por tsáchilas. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES

Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES

A la par de las clases, los hombres también empezaron a sembrar plantas de algodón para que en unos años ya no se utilice lana sino que se retome el proceso ancestral de tejido.

Este iniciaba con una oración para pedirle a la naturaleza que les permitiera cosechar el algodón y las plantas para tinturar.

Luego debían hilar el algodón hasta formar grandes tiras, a las que les cambiaban el color con tinturas de plantas.

Para Emilio Calazacón, tejer la ropa nativa es un aporte para evitar que sus raíces se extingan. “Nunca había estado tan orgulloso de ser tsáchila”.

Eso motivó a que los tejedores empezaran a elaborar nuevas prendas, que usaban los antepasados hace más de 100 años.

Una de ellas son las bufandas, que son de uso exclusivo de los hombres nativos.

En el centro cultural Mushily se venden a un precio de entre USD 8 y USD 10, dependiendo del largo, de los colores y de los bordados que se hagan en la prenda.

La elaboración dura alrededor de dos semanas, si el tejedor trabaja durante dos horas diarias.
Regina afirma que desde noviembre, los turistas se han interesado más por las bufandas. Por eso, el centro cultural Mushily debió contratar a tres familias más para que provean de esta prenda, cintillos para el cabello y cinturones para las mujeres.

En enero de este año tuvieron un pedido de 40 bufandas para una hacienda de Santo Domingo. “Los clientes las utilizan como regalos para sus proveedores o trabajadores”.

Mensualmente, en el centro cultural se venden unas 40 bufandas y en la comuna unas 80 más. Además, también elaboran cintillos para colocarse en el cabello. Regina afirma que esa es una prenda que no es típica, pero si es parecida a las cintas de colores que usaban antes las mujeres.

Este producto se vende a los estudiantes de colegio y universidad que visitan el centro cultural. La elaboración tarda una semana en el telar y se deben añadir otros materiales como el elástico.

Al mes se fabrican unos 30 cintillos de colores.

El negocio

El centro
cultural Mushily está conformado por unas 30 personas entre guías nativos, artesanos, cocineros, músicos, bailarines y otros.

El proyecto cultural inició como una escuela cultural para rescatar las costumbres de la nacionalidad. Pero de a poco empezaron a interesarse por el turismo comunitario.

Mushily empezó apostarle a la redes sociales para atraer al turismo nacional. A la par tienen convenios con agencias de viajes del país.

En el mes reciben alrededor de 1 000 turistas de la Sierra, Costa y extranjeros de los EE.UU. y Europa.