Marco Caillamara, en su taller familiar, confecciona las caretas para la Diablada. Las hace bajo pedido y otras para venderlas durante la fiesta. Foto: Glenda Giacometti/Líderes

Marco Caillamara, en su taller familiar, confecciona las caretas para la Diablada. Las hace bajo pedido y otras para venderlas durante la fiesta. Foto: Glenda Giacometti/Líderes

Caretas de la Diablada son parte del día a día de Píllaro

20 de septiembre de 2017 16:12

Pómulos salientes, dientes afilados, grandes cuernos, una nariz prominente y curvada, y una sonrisa amplia caracterizan a las caretas de la tradicional ‘Diablada’ Pillareña’.

Esta fiesta declarada como Patrimonio Intangible de la Nación que se cumple en Píllaro, del 1 al 6 de enero de cada año, tiene 15 artesanos dedicados a la confección y diseño. Los talleres se encuentran repartidos en diversos sectores de este cantón de Tungurahua.

Marco Caillamara, de 40 años, tiene su local de artesanías denominado Kusulunku. Pinta cuadros y confecciona estas máscaras para comercializarlas o entregarlas a quienes le solicitan bajo pedido. En su local exhibe más de una docena de caretas de todos los tamaños para esta comparsa. En su emprendimiento familiar moldea 50 caretas. Los ingresos superan los USD 5 000 anuales.

Allí diseña y elabora a mano las máscaras estrafalarias que sus clientes le solicitan. Otras las vende en los días de la fiesta que dura seis días. A esta actividad dedica entre 5 y 6 horas diarias desde agosto pasado.

En una mesa de madera da forma a la careta. Usa papel reciclado y abundante engrudo para el pegado. Cuenta que cuando se seca adquiere una dureza que impide desprenderse los cuernos, especialmente de las máscaras más grandes. Esta técnica la aprendió hace más de 15 años y las aplica en cada una de sus obras.

En el patio de su casa están cuatro caretas que tienen un par de cuernos de chivo y otros dos de borrego merino. También, hay de venado. Es objetivo de Caillamara es evitar salirse de la esencia misma de la fiesta, es decir, que todas las máscaras estén hechas con papel maché y pintadas con los colores negro y rojo.

Por esa riqueza cultural, este festejo popular en enero del 2009, fue declarado Patrimonio Cultural del Ecuador. Cada año 13 delegaciones o partidas de las comunidades y barrios de Píllaro como Rumihuaico, Robalinopamba, Marcos Espinel. Además Cochaló, Chacata El Carmen Tres Esquinas, Elevación, Escuela de Danza y Guangüibana se apoderarán de la plaza central de Píllaro.

Caillamara cuenta que cada año confecciona 35 máscaras bajo pedido. El cliente le trae en dibujo o el modelo y le confecciona y solo 15 saca para comercializarlas en las calles durante la fiesta. Los tamaños van desde los 40 centímetros a tres metros de largo. “El tiempo para confeccionar una careta tarda una semana, la demora es en el secado. Las grandes tardan tres”, dice Caillamara.

Los precios fluctúan de entre USD 40 a 350. “Mantenemos los rasgos de la Diablada Pillareña, es un Diablo mestizo y diferente a la de Bolivia”.

Italo Espín promotor Cultural y artesano, cuenta que en Píllaro hay 15 talleres dedicados a la confección de caretas de la Diablada. También, sastrerías que cosen los trajes de color rojo. Se compone de una blusa, un pantalón y una capa del mismo color. Está adornada con lentejuelas, encajes y otros adornos.

Para Italo las versiones orales de los adultos mayores y las investigaciones efectuadas cuentan que esta tradición se mantiene por más de 150 años.