Roberto y Ana María Sánchez son los fundadores de Becocoa. Su centro de operaciones se encuentra ubicado en Tumbaco. Foto: Vicente Costales / LÍDERES

Roberto y Ana María Sánchez son los fundadores de Becocoa. Su centro de operaciones se encuentra ubicado en Tumbaco. Foto: Vicente Costales / LÍDERES

El chocolate premium les abre puertas en el país

11 de septiembre de 2018 09:05

Los chocolates gourmet que elabora Becocoa son resultado de la planificación y el cumplimiento de procesos. Este emprendimiento surgió hace cerca de cinco años y se concretó con el impulso y el esfuerzo de los hermanos Ana María y Roberto Sánchez.

La emprendedora se declara una apasionada por los chocolates y por el Ecuador. Esto la llevó a estudiar en el país, capacitarse en el extranjero, pero también a recorrer varias provincias en búsqueda de la materia prima para los chocolates que tenía en mente.

Ana María estudió ingeniería de alimentos y luego se especializó en instituciones europeas como Wageningen University, University College Cork, Agro Paris Tech y Lund Universitiy, en Holanda, Irlanda, Francia y Suecia. “Estudié en Europa desde el 2008 al 2010. Me ofrecieron trabajo en Alemania, pero preferí regresar al país para emprender”, cuenta en la base de operaciones de Becocoa, en el sector de Tumbaco, al oriente de Quito.

La idea inicial, en el 2013, fue trabajar con cacaoteros elaborando pasta de cacao para exportar. Pero el proyecto evolucionó hasta dar con los chocolates rellenos gourmet. La primera variedad que lanzó este emprendimiento, en el 2014, fue la de los pralines, a los que los hermanos Sánchez definen como una especie de chocolate premium relleno, más elaborado que un bombón tradicional.

Roberto Sánchez recuerda que el trabajo para abrir canales de venta fue minucioso. Para esto golpearon puertas de cafeterías y restaurantes, así como de hoteles. Algunos les dieron una oportunidad y otros no. Una de las vitrinas más importantes fue y sigue siendo el hotel JW Marriott, de Quito, al que llegaron a finales del 2014.

Elizabet Torres, administradora del Gift Shop del hotel, cuenta que el producto es muy valorado por los huéspedes. “El chocolate y el empaque son de primera. Y las fusiones de sabores son el argumento para ofrecer a los turistas”.

La elaboración empieza con la compra de cacao a agricultores de Los Ríos y Guayas. Luego se procesa en Ecuatoriana de Chocolates, donde se obtiene la materia prima, que es enviada hasta la planta en Tumbaco.

Allí, en una casa convertida en una suerte de laboratorio y planta de producción se elaboran los chocolates en un proceso artesanal. “La visión es posicionarnos como un chocolate premium gourmet. Desde un principio apuntamos a clientes exclusivos y exigentes para diferenciarnos de otras marcas”, cuenta Ana María mientras enseña las presentaciones y las recetas de sus chocolates.

El emprendimiento tiene hoy en día proveedores en distintos puntos del país. La mora para los rellenos de los chocolates les llega de un agricultor de Tungurahua; la hierbaluisa tiene su origen en la Amazonía; y el café es cultivado en Galápagos. Con estos y otros proveedores, Becocoa aplica conceptos de comercio justo, como, por ejemplo, un precio mayor que el que pagan los intermediarios.

El año pasado la iniciativa alcanzó otro hito al presentar en el mercado nacional un nuevo producto: las trufas de chocolate. Con este desarrollo Becocoa ingresó a las perchas de cadenas como Corporación Favorita y Corporación GPF. Además, se oferta en el ‘duty free’ de los vuelos internacionales de Guayaquil y Quito en sus distintas presentaciones.

Este año, el emprendimiento fue reconocido con el primer lugar en la feria Grand Bazaar que se cumplió en mayo pasado. Este evento tuvo el respaldo de la Alianza para el Emprendimiento y la Innovación (AEI). Luis Alcívar, vocero de la AEI, cuenta que Becocoa es una de las pocas marcas de trufas que existe en el mercado. “Es una iniciativa que está creciendo y que ya se ha presentado a una ronda de inversión. Trabajan muy bien y tienen una estrategia bastante bien definida”.

Los planes continúan. Ana María explica que la iniciativa trabaja para ser una empresa B, es decir con impacto social. Allí tienen un enfoque particular con sus proveedores; además se contrata a mujeres en situación de vulnerabilidad, para capacitarlas como chocolateras y técnicas. Un tercer impacto está en lo ambiental. La pequeña empresa ofrece empaques elaborados con fibra de caña de azúcar. Además, trabaja para empezar a exportar.