Arturo Castillo Motivador y prof. de técnicas psicorrelajantes
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Decidir: ¿se viene el mundo encima?

El especialista

El tiempo es un factor crucial para la concreción de todo proyecto empresarial. En realidad, no hay un solo aspecto de la vida de toda organización que no esté modulado por el tiempo. Se inicia el momento de su nacimiento y se desarrolla por fases, hasta alcanzar cierta estabilidad, comparable con la madurez.

Hay tiempos de bonanza y tiempos de crisis; tiempos para crecer, para proponerse cambios de estrategia, tiempos de espera.

Sin embargo, no se trata estrictamente de dejar al azar la evolución de la compañía, pues el ser humano tiene el atributo de administrar el tiempo, de usarlo en función de sus propósitos; de hecho, las empresas manejan sus propios cronogramas, reconocen las situaciones presentes y planifican para el futuro.

Aun así, muchos ejecutivos debieron aprender de la peor manera que el tiempo no espera, que cuando se dejan pasar las oportunidades, estas luego se convierten en frustraciones, en fantasmas que atormentan. Las dilaciones, los cálculos excesivos, las ataduras a lo que indican los estudios de mercado, las estadísticas u otros tecnicismos, dejan escapar ocasiones prometedoras que quizá nunca retornen.

De una parte, están las argumentaciones racionales, de otra, los temores viscerales. En ambos casos, sin embargo, el temor es el sentimiento común, el hecho de correr el riesgo, de decidir equivocadamente. El riesgo, desde luego, es una variable imposible de eludir. Por ello, intentar preverlo todo es inútil y agotador.

Las mujeres y hombres de empresa deben tener el temple necesario para asumir las consecuencias de sus decisiones. Las omisiones por causa de dudas 'razonables' no convencen a quienes esperan resultados palpables.

La paradoja es otro factor preexistente en el mundo de los negocios. Todo puede apuntar en una determinada dirección, pero la fina intuición de un experimentado profesional podría llevarle justamente en sentido opuesto.

La habilidad para tomar decisiones es, en último término, lo que diferencia un ejecutivo común de uno que está listo para responsabilidades de trascendencia. En todo caso, no hay problema si usted prefiere que alguien más tome las decisiones. No pretenda, eso sí, atribuirse éxitos ajenos.

La frase:

"Las mujeres y hombres de empresa deben tener el temple necesario para asumir las consecuencias".