José Luis Tepu, Héctor Calderón, Walter Gutiérrez y Maribel Martínez son parte de la directiva de Asoditax. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES

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Cristina Márquez. ( I)
redaccion@revistalideres.ec
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La discapacidad no es obstáculo para dar servicio

6 de agosto de 2018 08:32

Los autos adaptados que manejan los socios de Asoditax tienen un sistema similar al de las motocicletas que les permite embragar, acelerar, frenar y direccionar el volante sólo con las manos. Ese sistema de conducción les permitió emprender con una cooperativa de taxis y volver a trabajar.

La cooperativa funciona en Riobamba desde el 2007 y está integrada por 32 socios que tienen diferentes tipos de discapacidades físicas, pero que tienen la habilidad de conducir.

Héctor Calderón, por ejemplo, tiene paraplejia desde el año 2011, cuando su columna vertebral se lesionó al caer del techo de su vivienda. Él se desempeñaba como oficinista de una entidad estatal antes del accidente, pero dejó su trabajo debido a la lesión.

“Es complicado para nosotros pedir trabajos en instituciones, es difícil acceder a edificios con obstáculos y también acoplarnos al horario de trabajo, porque para evitar las escaras debemos tomar medicinas y hacer terapias”, cuenta Calderón.

Sus unidades de taxi, en cambio, les permiten administrar su tiempo, hacer amistad con otras personas discapacitadas y trabajar en horarios cómodos. Además, pueden llevar dinero a sus casas.

“Dejamos de ser como un mueble más de la casa cuando empezamos a trabajar. La vida cambió para todos”, cuenta Maribel Martínez, gerente de la asociación.

Los socios se conocieron en la Asociación de Personas con Discapacidad de Chimborazo, donde practicaban deportes como parte de su terapia. La idea de integrar una cooperativa de taxis surgió cuando los primeros autos adaptados llegaron a la ciudad.

“Se nos ocurrió la idea ser taxistas, decidimos que no había ningún obstáculo para emprender y lo hicimos”, recuerda Calderón.

La organización surgió con 12 socios. Luego más integrantes obtuvieron créditos para adquirir los vehículos adaptados, que costaban hasta USD 12 000.

“Tuvimos que aprender a manejar, y eso fue muy difícil. Nos tomó meses de práctica antes de poder demostrar a las autoridades que éramos capaces de transportar pasajeros con seguridad”, dice Walter Gutiérrez, uno de los fundadores de la empresa.

De hecho, el obstáculo más fuerte que tuvieron que enfrentar fue la obtención del permiso de operación. Las autoridades les hicieron exámenes, solicitaron documentos adicionales y además pruebas prácticas donde verificaron que eran capaces de conducir los vehículos y que cumplían con todos los requisitos.

Los socios describen el proceso de legalización de la empresa como “toda una lucha”. Y ahora aspiran tener más cupos para ayudar a otros discapacitados.

“No ha sido fácil resignarnos a vivir con una discapacidad, pero el trabajar nos ayuda a mantener la motivación y a sostener a nuestras familias”, dice José Luis Tepu.

Los socios cuentan con el respaldo de sus familias para laborar en sus unidades. Ellos les toman la posta, pues sólo pueden trabajar en jornadas de seis horas.