Los huertos urbanos, que producen alimentos para  el consumo sano de poblaciones vulnerables, son parte del proyecto de Agricultura Urbana (Agrupar) de Conquito. Foto: archivo / LÍDERES

Los huertos urbanos, que producen alimentos para el consumo sano de poblaciones vulnerables, son parte del proyecto de Agricultura Urbana (Agrupar) de Conquito. Foto: archivo / LÍDERES

El emprendimiento inclusivo se dinamiza mediante alianzas

10 de febrero de 2020 12:28

Lograr una mejor calidad de vida en grupos vulnerables es el principal objetivo que tienen los emprendimientos inclusivos.

Se trata de iniciativas empresariales que crean retorno para todas las personas involucradas, es decir para la compañía que desarrolla un negocio como para la denominada base de la pirámide, en donde se encuentran las personas que viven, principalmente, en países en desarrollo y cuya renta per cápita anual está debajo de USD 1 500.

Fulvia Farinelli, directora de asuntos económicos de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad, por sus siglas en inglés), explica que durante los últimos años se ha producido un cambio de paradigma con relación al emprendimiento. Ya no se ve como algo que solo contribuye al crecimiento financiero, sino como un medio que permite la inclusión social, la reducción de la pobreza y el respeto del ambiente.

“Un negocio inclusivo quiere ser comercialmente viable pero tener un impacto social, principalmente para quienes más lo necesitan. Se emprende para resolver un problema de la comunidad o del ambiente”, explica Farinelli.

Los ejemplos destacados se hallan a escala global. Un ejemplo es una empresa de producción de toallas higiénicas reutilizables, a bajo costo, en Tanzania. Muchas jóvenes dejaban de estudiar ante la falta de este producto; sin embargo, la iniciativa permitió resolver un problema social y de salud y, a la par, obtener réditos económicos.

En Ecuador se cuentan emprendimientos inclusivos que trabajan con comunidades alejadas de las ciudades, pero que tienen un impacto social. Según el Instituto de Economía Popular y Solidaria (IEPS), en el país existen 14 936 organizaciones que realizan prácticas económicas basadas en la cooperación y la reciprocidad; la provincia con mayor porcentaje es Guayas con (16,94%) de Organizaciones de la Economía Popular y Solidaria, seguido por Pichincha (13,47%) y Manabí (10,47%).

En Ecuador la Unctad promueve políticas y estrategias para el emprendimiento, así como difusión de capacidades empresariales blandas. Para ello tiene dos aliados: la Alianza para el Emprendimiento y la Innovación (AEI) y ConQuito, con el programa Empretec, respectivamente.

Con esta última entidad trabajó, por ejemplo, en talleres de emprendimiento para personas del país en condiciones de vulnerabilidad y migrantes y refugiados.

Daniela Ugazzi, coordinadora de Desarrollo Territorial de ConQuito, dice que se cuenta con otros programas para impulsar los negocios inclusivos y así apoyar a 11 grupos prioritarios, establecidos en la Constitución.

Entre estos se encuentra Agricultura Urbana Participativa, destinado a gente que no tiene acceso a una alimentación sostenible y digna. Más del 84% de los beneficiarios son mujeres, principalmente jefas de hogar; quienes desarrollan huertos, venden los productos y obtienen un ingreso.

Con el Programa de Emprendimientos Solidarios e Inclusivos (Pesi) se atiende a personas que no tienen los recursos para capacitarse y emprender. Con la ayuda del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y HIAS (una organización de apoyo para refugiados) han atendido a migrantes y refugiados, así como a ecuatorianos.

En una década, según Ugazzi, más de 600 000 personas se han beneficiado de proyectos para impulsar negocios inclusivos.

Gremios entre los que se encuentra la Cámara de Comercio de Quito (CCQ) también apoyan negocios inclusivos. Carlos Zaldumbide, director de la entidad, explica que, junto a la Embajada de EE.UU., patrocinan el Programa Academy for Women Entrepreneur (AWE). Este permite construir su plan de negocio a mujeres que tienen su emprendimiento, con metodologías de aprendizajes interactivos.

El trabajo con el proveedor es crucial

En el emprendimiento inclusivo uno de los puntos cruciales es el trabajo con los proveedores. Por lo general, estos son pequeños agricultores o productores que se convierten en un punto vital de la cadena de valor de empresas con impacto social y ambiental.

Waykana es un ejemplo de trabajo sostenido con proveedores. Este emprendimiento elabora té de guayusa, que se exporta hoy en día a cerca de 15 países de Europa y América del Norte. El trabajo de esta pequeña empresa fundada en el 2015 ha sido reconocido por la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad), que en el 2018 la catalogó como emprendimiento Scale Up de impacto social.

Demetrio Santander, cofundador de Waykana, explica que el concepto inclusivo es parte de la filosofía de la empresa que dirige. Este emprendedor detalla que en los inicios Waykana trabajó con más de 500 agricultores de la Amazonía que proveían la guayusa. “Al principio veíamos otros modelos, simulábamos, pero vimos que no se generaba un impacto mayor, sino marginal”.

El problema, según cuenta Santander, fue que se trabajaba con demasiados agricultores, a los que se compraba muy poco producto (cerca de USD 200), “con una cadena de valor que no era de alto nivel”.

Juan David Gómez y Demetrio Santander fundaron Waykana. En la imagen aparecen junto a un grupo de agricultores que producen guayusa en la Amazonía. Foto: cortesía

Juan David Gómez y Demetrio Santander fundaron Waykana. En la imagen aparecen junto a un grupo de agricultores que producen guayusa en la Amazonía. Foto: cortesía

Luego Waykana cambió el modelo. Redujo el número de proveedores pero se aseguró de hacer compras periódicas y planificadas, pagando un mejor precio. Hoy trabaja con 150 pequeños productores de guayusa a los que se paga entre USD 200 y USD 300. “Así se les garantiza un ingreso que permite generar un cambio económico en sus familias”, indica Santander.

¿Qué dicen los agricultores? Santander cuenta que están motivados y quieren mantenerse en la cadena de valor. El reto para ellos es ofrecer guayusa orgánica, pero saben que su producto es de calidad y con demanda asegurada.

Gracias a ese trabajo, el té de guayusa de Waykana cuenta con certificaciones orgánicas y sellos de calidad que le permiten abrirse mercados en el extranjero.

Otro caso de emprendimiento inclusivo es Looop, una iniciativa que desde el 2016 elabora zapatos (para la montaña y la ciudad) y ropa con un estilo urbano y montañero, apoyándose en tres talleres de calzado y dos de confección, que se encuentran en Pichincha y en Tungurahua.

Jimena Romero y Javier Porta, fundadores de Looop, explican que la idea es que los artesanos con los que trabajan conozcan nuevos materiales y desarrollen productos por su cuenta. “No pueden usar el mismo diseño de los zapatos y chompas que vendemos, pero aprenden procesos y técnicas. Eso les da oportunidades en el mercado”.

Las integrantes de Tandalla Warmis, en San Juan, Chimborazo, se benefician del trabajo de Looop. Estas agricultoras reciben recursos e impermeables para su trabajo en el campo.

Las integrantes de Tandalla Warmis, en San Juan, Chimborazo, se benefician del trabajo de Looop. Estas agricultoras reciben recursos e impermeables para su trabajo en el campo.

Este negocio se maneja con conceptos de comercio justo e impacto social. Por eso, el 3% de sus ventas se destina a campañas sociales. Romero y Porta detallan que las donaciones se transparentan al ser parte del plan de Pequeñas Donaciones implementado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Este programa ofrece recursos para mejorar las condiciones de vida de pequeñas comunidades.

Looop también trabaja con Greencrowds Ecuador, organización que promueve el  emprendimiento sostenible. Gracias a esta alianza, esta pequeña empresa llega a asociaciones como Tandalla Warmis, en San Juan, Chimborazo. Las 17 mujeres de este grupo elaboran yogur de mashua, un tubérculo de los Andes, gracias a los recursos que llegan de Greencrowds y Looop.

En Andes Kinkuna el desarrollo de proveedores también es vital. Ellos son fundamentales para esta empresa biotecnológica que elabora suplementos alimenticios, según cuenta Xavier Larreátegui, gerente general de la compañía.

En los procesos de esta empresa se utilizan mortiño, chochos, uvillas, piñas, guayusa, maca y otros alimentos que tienen nutrientes muy bien valorados. Estos frutos se convierten en suplementos, luego de pasar por procesos técnicos como hidrolización o bioencapsulación.

Para esto, dice Larreátegui, la empresa cuenta con pequeños productores como Alcides Sacatoro, quien vive en una comunidad cercana a Sigchos, en Cotopaxi. “Él y otros agricultores cuidan con esmero los campos de mortiño o de chochos”.

Lo mismo ocurre con productores de uvilla en Tungurahua, piña en Los Ríos o maca en Azuay.

El vocero de Andes Kinkuna cuenta que la empresa les facilita a sus proveedores -entre 15 y 20- normas de manufactura para garantizar la calidad del producto final. “Los proveedores tienen un ingreso estable y saben que tienen un cliente que les compra con ­regularidad”.

Según Larreátegui, crear negocios de largo plazo solo es posible siendo inclusivos con proveedores, clientes, el equipo. “Eso permite crecer con estabilidad”.

El consumidor

Los emprendimientos 
inclusivos saben que los consumidores cada vez son más exigentes, lo que obliga a ofrecer productos sostenibles y que generen impacto social positivo.

En Looop, por ejemplo, cuentan que los clientes consultan sobre el origen de la materia prima, así como las condiciones de trabajo en las que se producen las prendas y los calzados. Esto se da entre compradores que oscilan entre 20 y 40 años.

En Waykana apuntan a los jóvenes. Su vocero, Demetrio Santander, explica que este segmento de la población tiene estándares de calidad muy altos. En su caso las ventas de este té de guayusa se duplican cada año.

Migrantes y refugiados son parte de la agenda global de inclusión


El trabajo decente, seguro y sin riesgos es el octavo Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) que impulsa la ONU. Allí se considera también a los trabajadores migrantes, en especial a mujeres, y las personas con empleos precarios.

Bajo ese contexto, a finales del 2018 se lanzó la Guía de Políticas sobre Emprendimientos para Migrantes y Refugiados. Este documento es el producto de la colaboración entre la Unctad, la Oficina para los Refugiafos de la ONU (Acnur) y el Organismo de las Naciones Unidas para la Migración (OIM).

La intención es clara. La guía ofrece orientación práctica a los países de acogida de refugiados a fin de asegurar que los migrantes y refugiados puedan usar sus habilidades para desarrollar medios de subsistencia y contribuir a las economías y a las comunidades de acogida.

“La creación de oportunidades económicas para todos, con el objeto de no dejar a nadie atrás, es una prioridad de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030,” declaró en su momento la Secretaria General Adjunta de la Unctad, Isabelle Durant.

La guía enfatiza en la importancia de la evolución de los ecosistemas de emprendimiento para ser inclusivos con los migrantes y los refugiados en lugar de crear programas separados o paralelos adaptados a estos grupos.

Según la ONU, la migración internacional ha crecido en escala y complejidad desde el cambio de siglo. El número de migrantes internacionales llegó a 258 millones en el 2017, en comparación con 173 millones en 2000. Además el número de migrantes internacionales creció más rápido que la población mundial. En el 2000 el 2,8% de la población era migrante, mientas que en el 2017 la cifra subió a 3,4%.

Por su parte, el número de personas que huyen de la guerra, la persecución y los conflictos superó los 70 millones en 2018, el nivel más alto del que Acnur tiene constancia en sus casi 70 años de historia.