Tras el ‘crack’ financiero del 2008, EE.UU. aprobó un rescate de los activos tóxicos de su banca por USD 700 000 millones. Luego activó un plan de estímulo por USD 790 000 millones. Foto: archivo / AFP

Tras el ‘crack’ financiero del 2008, EE.UU. aprobó un rescate de los activos tóxicos de su banca por USD 700 000 millones. Luego activó un plan de estímulo por USD 790 000 millones. Foto: archivo / AFP

Los miedos siguen tras 10 años de la caída de Lehman Brothers

18 de septiembre de 2018 09:23

La mayor quiebra bancaria de la historia de EE.UU. Un terremoto financiero global. La gran depresión del siglo XXI.

El 15 de septiembre se cumplieron 10 años de la caída de Lehman Brothers, el que fuese cuarto banco de inversiones de EE.UU. y símbolo del inicio de la mayor crisis desde 1929. Un tsunami que los economistas esperan que no se reproduzca, pese a temer al bajo control de los fondos y al alto endeudamiento.

La caída de Lehman Brothers fue la gota que colmó el vaso en una práctica que asumieron ciertas entidades financieras con las “subprimes” o créditos hipotecarios de alto riesgo, en un sistema financiero poco transparente que demostró la necesidad de una mayor regulación y controles.

EE.UU. aprobó un rescate de los activos tóxicos de su banca por USD 700 000 millones y posteriormente activó un plan de estímulo por 790 000 millones.

En el 2009, el G20 acordó impulsar la regulación del sistema financiero internacional para mejorar los estándares de calidad. El tsunami había llegado y la economía mundial se contrajo un 2,1 % por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, según datos del Fondo Monetario Internacional.

Tras el colapso registrado en el número 725 de la 7ª Avenida de Nueva York, cayó el 20% del comercio mundial, un 80% de los países entró en recesión -las economías emergentes aguantaron- y se puso en duda la Zona Euro, con países con graves dificultades, como Grecia, Portugal y España, lo que llevó al Banco Central Europeo a un plan de recompra de deuda pública y a ajustes que afectaron los servicios públicos.

“Lehman Brothers es un símbolo, porque todo empezó mucho antes”, apunta Nicolas Veron, profesor en el Peterson Institute for International Economics.

Para el autor de ‘La gran depresión. Crónicas del capitalismo financiero’, antes del colapso de Lehman Brothers hay que recordar por ejemplo el rescate en 2007 por parte de la Reserva Federal de Bears Stearns, que acabó engullido por JP Morgan, tras su mala praxis con las hipotecas basura. Según Veron, la crisis demostró “la falta de supervisión del sistema financiero en EE.UU.” y la “debilidad bancaria en Europa”.

Hoy, 10 años después, los economistas ven dos riesgos mayores: el poder de los fondos de inversión y el sobreendeudamiento público y corporativo. Para Edmund Fitzgerald, catedrático en Finanzas Internacionales de la Universidad de Oxford, la concentración bancaria derivada de la crisis debe compensarse con una mayor “segmentación” que sirva de “cortafuegos” y contemplar cada vez más la banca como un servicio público, con una supervisión aún más activa.

“La regulación bancaria tiene que ser aún más internacional”, recomienda Fitzgerald, quien cree que hay que acabar con el “agujero negro” que representan los paraísos fiscales. “El problema no es la banca sino los fondos, porque el riesgo siempre es el colapso, que afecte a las personas que no han invertido en ellos”.

El otro asunto que preocupa es el sobreendeudamiento, algo siempre subjetivo porque depende de la capacidad de pago y cuya novedad radica hoy en que ahora afecta “al norte”: “la otra crisis no llegó más lejos gracias a la capacidad de los gobiernos de emitir deuda, pero el problema es que se ha reducido el margen de maniobra ante una posible nueva crisis”.

El banco de inversión JP Morgan activa alertas. La entidad pronostica que un nuevo golpe financiero se dará en el 2020, pero será menos doloroso que los episodios pasados. Lo malo, añade, es que la disminución de la liquidez del mercado financiero desde la implosión del 2008 es un ‘comodín’ que es difícil de jugar, según un análisis de JP Morgan elaborado en función de la duración de la expansión económica, las valoraciones de los precios de los activos, el nivel de desregulación e innovación financiera antes de la crisis, entre otros factores.

Los bancos centrales se transformaron

El cataclismo provocado en 2008 por la quiebra de Lehman Brothers obligó a los bancos centrales a ampliar los límites de su acción, una mutación que muchos consideran irreversible.

La caída del banco estadounidense supuso el final del papel tradicional de esas instituciones, encargadas hasta entonces de controlar las tasas de interés a corto plazo y de atajar la inflación.

“Se había subestimado, en los mandatos de los bancos centrales, el papel crucial que debían desempeñar en caso de gran inestabilidad financiera, asegura Eric Dor, director de Estudios Económicos en la escuela de negocios francesa IESEG de Lille.

Desde finales de 2008, el Banco Central Europeo (BCE), la Reserva Federal estadounidense (Fed) y el Banco de Japón (BoJ) se han convertido en bomberos todoterreno que luchan contra múltiples incendios con herramientas inéditas.

El primer paso fue reactivar el mercado interbancario, que quedó paralizado con la crisis. Luego hubo que respaldar el crecimiento, reducir el desempleo y contener el riesgo de que los Estados cayeran en suspensión de pagos por su deuda, que estuvo a punto de romper la zona euro.

El BCE, la Fed y el BoJ no solo redujeron sus tasas de interés al mínimo, sino que también inundaron el sistema financiero de liquidez, a través de enormes préstamos a los bancos y de programas de compra de deuda pública y privada, a los que hasta el momento solo ha puesto fin la Reserva Federal estadounidense.

Esos remedios contra la crisis forman ahora parte de “ la caja de herramientas convencional ” de la política monetaria, dijo en mayo Vitor Constancio, antes de abandonar la Vicepresidencia del BCE.

Ahora parece poco probable que esto vaya a cambiar, ya que los bancos centrales afrontan un aumento continuo de la deuda de los Estados, de las empresas y de los particulares, explica el economista Patrick Artus, del banco de inversión francés Natixis.

En ese contexto, “ya no podrán normalizar su política monetaria por temor a efectos devastadores para las empresas ‘zombis’, mantenidas artificialmente con vida por las tasas bajas, y para los Estados muy endeudados”, vaticina.

Los bancos centrales también deberán procurar que las entidades financieras y los ahorradores privados conserven obligaciones del Estado para mantener el coste de los préstamos soberanos en el nivel más bajo posible.

Esa “represión financiera” se enmarca en las futuras acciones de los bancos centrales, asegura Frederik Ducrozet, del banco suizo Pictet Wealth Management.

Baja inflación

A pesar de los enormes medios desplegados, los bancos centrales tienen dificultades para cumplir con su objetivo de mantener la inflación en torno al 2%, una cifra que se considera como una señal de buena salud de la economía.

“Nos hacen creer que esto es resultado de una baja demanda, pero como Don Quijote luchando contra molinos, los bancos centrales combaten a un enemigo imaginario”, considera Eric Dor.

La intensa competencia mundial en los bienes y servicios y la “uberización” de la economía, que escapan al control de los bancos centrales, frenan la subida de los precios en países desarrollados.

“Es probable que las tasas de inflación sigan creciendo mucho más lentamente en los ciclos de crecimiento post-Lehman que antes”, dice Holger Schmieding, del banco alemán Berenberg.