El salar de los Pastos Grandes, en Salta (al noroccidente de Argentina), en una fotografía reciente. Este país es el tercer productor mundial de litio, detrás de Chile y Australia.

El salar de los Pastos Grandes, en Salta (al noroccidente de Argentina), en una fotografía reciente. Este país es el tercer productor mundial de litio, detrás de Chile y Australia. Foto: EFE

Entre desafíos, la región apunta al litio y al niobio

30 de agosto de 2019 10:18

Latinoamérica apunta a la explotación de minerales codiciados por industrias como la tecnológica o la aeroespacial, como el litio y el niobio, aunque aún debe hacer frente a desafíos históricos como la minería ilegal, la gestión sostenible de los recursos o el reparto equitativo de la riqueza.

La historia de Latinoamérica y el Caribe está intrínsecamente ligada a la industria minera y particularmente a la exportación de materias primas, uno de los pilares de la economía colonial y moderna. Hoy la región se mantiene como una de las principales reservas mineras del mundo, con una participación destacada en minerales metálicos como el litio (61%), el cobre (39%), el níquel (32%) o la plata (32%).

Solo Brasil posee cerca del 90% de las reservas mundiales de niobio, mineral que se utiliza para hacer el acero más fuerte y ligero, mientras que Chile y Argentina son dos de los principales depósitos globales de litio.

Chile es un país minero; allí se extrae una de cada cuatro toneladas de cobre que se producen en el mundo, lo que lo convierte en líder mundial (casi 5,8 millones de toneladas en 2018) por encima de Perú (casi 2,4 millones).

El Salar de Atacama, al norte de Chile, posee las mayores reservas mundiales de litio, básico en la fabricación de baterías para teléfonos inteligentes, tabletas o vehículos eléctricos, aunque el país no es el principal productor, ya que Australia le superó en 2018.

El director ejecutivo de la consultora Plusmining, Juan Carlos Guajardo, atribuye ese “sorpasso” a la regulación chilena, que declaró el litio mineral estratégico y limitó los derechos de explotación a dos empresas.

Esto ha hecho que la industria chilena del litio pierda competitividad frente a países como Australia o Argentina, el tercer productor mundial y donde hay cerca de 40 salares en diversas fases, desde la exploración inicial hasta en etapa de construcción.

“Los presupuestos exploratorios para el litio aumentaron más del 900% en los últimos tres años”, dice la secretaria de Política Minera de Argentina, Carolina Sánchez. Se prevé que el país alcance en 2024 exportaciones de litio por USD 1 200 millones.

El litio también es uno de los proyectos estratégicos de Bolivia, donde “la inversión global” asociada a su explotación se aproxima a los USD 5 000 millones.

El viceministro de Altas Tecnologías Energéticas, Luis Alberto Echazú, explica que unas 14 plantas para tratar sales de litio, materiales catódicos y producir baterías empezarán a operar en el país y cuando estén funcionando plenamente en un plazo de cinco años se prevé que generen esa misma cantidad de divisas anuales, aunque el proyecto total eleva su número hasta 40 fábricas.

En cuanto al niobio, un mineral altamente valorado en la industria automotriz o aeroespacial, su producción se concentró en 2017 en los estados brasileños de Minas Gerais y Goiás.

El Banco Mundial (BM) estima que para 2050 la demanda mundial de minerales estratégicos crecerá de manera significativa, con “aumentos extraordinarios” particularmente con el litio (965%), el grafito (383%) y el níquel (108%).

“Si bien la creciente demanda de minerales y metales constituye una oportunidad para los países en desarrollo ricos en minerales, también representa un desafío: sin prácticas mineras climáticamente inteligentes aumentará el impacto negativo de las actividades mineras, lo que afectará a las comunidades vulnerables y al medioambiente”, alertó el Banco Mundial en mayo pasado.

El impulso a los nuevos minerales convive con fenómenos históricos como la fiebre del oro, ligado en muchas ocasiones a la minería ilegal, que supone una amenaza para la Amazonía de Brasil.

También en Bolivia está extendida la explotación de oro por cooperativas o asociaciones informales. El investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), Alfredo Zaconeta, cifra en 400 las cooperativas auríferas que operan en los márgenes de los ríos del norte de Bolivia, en parte en zona amazónica.