En el taller de Proyecto Esther ubicado en Quito, Ginger Pazmiño (de pie) junto a sus compañeras elaboran un juego completo de lencería para el comedor usando la técnica de patchwork. Fotos: Alfredo Lagla / LÍDERES

En el taller de Proyecto Esther ubicado en Quito, Ginger Pazmiño (de pie) junto a sus compañeras elaboran un juego completo de lencería para el comedor usando la técnica de patchwork. Fotos: Alfredo Lagla / LÍDERES

Aquí forman a las mujeres para que trabajen en casa

2 de agosto de 2017 14:47

Las mujeres se sienten en casa cuando acuden al taller del Proyecto Esther. En este lugar, adecuado en el departamento de Ginger Pazmiño, las personas desarrollan nuevas habilidades para generar recursos económicos extras para sus familias.

Amas de casa y profesionales acuden a este sitio para aprender a confeccionar carteras, sábanas, cubrecamas, cojines, manteles, individuales, cortinas, tarjetas, muñecos, entre otras manualidades. Los costos de los cursos oscilan entre los USD 10 y 140, incluidos los materiales. Su duración depende de cada persona.

La capacitación en algunos casos empieza desde cero. Pero eso no es relevante. No importa si las interesadas tienen experiencia, tampoco cuenta la disponibilidad de tiempo. Lo único que se requiere es que las mujeres tengan ganas de salir adelante, enfatiza Ginger Pazmiño, promotora de Proyecto Esther, desde hace nueve años.

Para que las mujeres, sobre todo quienes son jefas de hogar, puedan combinar la responsabilidad de cuidar de su familia con el trabajo, Pazmiño implementa una modalidad flexible.

Las alumnas de Proyecto Esther asisten a las capacitaciones en sus tiempos libres. Generalmente, es en la mañana, luego de que los niños se van a la escuela o el colegio.
En el taller, ellas aprenden a manejar las tijeras, agujas y hasta la máquina de coser. Cuando ya dominan la técnica se llevan el trabajo para terminarlo en sus casas.

Así las madres pueden cuidar a sus hijos y trabajar al mismo tiempo, como lo hace Pazmiño, desde que renunció a la abogacía.

Tras quedar desempleada en el 2006, Pazmiño cuenta que no dudó en sacrificar el área de la sala y del comedor de su casa para montar ahí un taller de manualidades y estar cerca de sus tres hijos: Michael, Ginger y Karly. “No importa en qué situación nos encontremos, lo importante es dar el primer paso para progresar”.

Una vez que notó que esta idea funcionaba, junto con sus compañeras Rocío Izquierdo y Lucía León, crearon el Proyecto Esther para que más mujeres se sumen.

Desde que empezó esta iniciativa se han capacitado a más de 400 personas de manera presencial. Para quienes no pueden asistir a los talleres se cuenta también con otros recursos.

El proyecto tiene la revista Ginelly que circula en Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Guatemala, Panamá y también Colombia. Esta publicación tiene el apoyo de la marca Brother. Otra opción es el canal de YouTube Ginelly La Revista y una ‘fan page’ en Facebook.

Esta capacitación ha permitido que las mujeres emprendan sus proyectos propios o colaboren en pedidos grandes.

Los productos se han entregado en Supermaxi, en el Comité Femenino Inclusivo del Ministerio de Finanzas, librerías cristianas, en El Coral. Además, se reciben pedidos en el condominio esquinero de las calles Versalles y Marchena, departamento 103, en Quito.

La calidad de los productos es lo que más destaca Soraya Arévalo, presidenta del Comité Femenino Inclusivo del Ministerio de Finanzas. Por esto, esta organización solicita a Proyecto Esther adornos, maletas y otros para fechas especiales. Para esto se destina unos USD 1 500, según el pedido.

Proyecto Esther factura alrededor de USD 25 000 al año. Las materias primas se importan desde Colombia y tiendas del país.

Madelaine Orna, propietaria de Gafetes y Corchetes, comenta que entrega telas de algodón, entretelas para acolchar, sesgos, botones. Los pedidos se hacen cada tres meses y bordean los USD 200. “Para apoyar esta causa vendemos a un precio especial”.