Una empleada atiende a un cliente en la recepción de la destilería Ugarelli, en Lima. Los productores de esta bebida se quejan de las millonarias pérdidas que deja la pandemia al sector. Foto: Ernesto Benavides / AFP

Una empleada atiende a un cliente en la recepción de la destilería Ugarelli, en Lima. Los productores de esta bebida se quejan de las millonarias pérdidas que deja la pandemia al sector. Foto: Ernesto Benavides / AFP

El pisco peruano vive un mal momento por covid-19

24 de septiembre de 2020 17:43

El tradicional pisco peruano, licor bandera del país, que se produce desde la colonia hace 400 años, sufre el fuerte impacto del derrumbe de sus ventas y exportaciones como secuela de la pandemia de coronavirus.

Obtenido de la destilación de uva, enfrenta un difícil escenario comercial tras una larga cuarentena nacional de más de 100 días, que terminó el 30 de junio. El golpe llegó con la suspensión de las ventas a hoteles, restaurantes, eventos sociales, celebraciones de empresas, tiendas libres de impuestos en aeropuertos, así como la caída de exportaciones, lo que redujo los ingresos y la capacidad de inversión de los productores de cara a la cosecha de 2021.

“La situación es desastrosa”, resume José Moquillaza, un reconocido productor pisquero.

Menos consumo
La vendimia de la uva pisquera se realiza cada año entre marzo y abril, seguida por la destilación, que se prolonga hasta junio. Y justamente ese lapso de cuatro meses de 2020 coincidió casi íntegramente con el confinamiento obligatorio por la pandemia.

Perú es uno de los países más afectados por el coronavirus en la región y es segundo en contagios con más de 690 000, detrás de Brasil, y tercero en muertes con
30 000, detrás del gigante sudamericano y México, según los balances oficiales.

“Hay una afectación significativa para toda la industria: productores de uva, empresas de pisco y comercializadoras”, explica Daniel Benavides, productor de pisco en el Valle de Ica, 300 kilómetros al sur de Lima, y representante de la marca Huamaní.

“El distanciamiento social ha generado la disminución del consumo de bebidas espirituosas, y el pisco se consume en eventos sociales, bares, discotecas”, destaca.

El retroceso se da en el mercado local y también en el exterior.

Mientras en 2019 las exportaciones de pisco llegaron a USD 6,88 millones (18% más que en 2018), de enero a julio de 2020 apenas se despacharon USD 1,65 millones, según Promperú, la entidad que promueve el comercio. El principal cliente es EE.UU.

Con la suspensión de las exportaciones, Benavides detalla que sufrió una caída de un tercio en las ventas de pisco Huamaní. Y sumando las entregas en hoteles y restaurantes, estima que ha perdido dos tercios de los ingresos en 2020. Ello le obligó a reducir personal en nómina y salarios, así como buscar formas de venta novedosas con entregas a domicilio.

Pero esto no fue suficiente. “En términos generales, según datos oficiales, hasta julio de este año ha caído 40% la venta. Es un golpe bastante duro, especialmente para productores pequeños y medianos”, afirma Benavides.

“Se estima que la producción anual es de unos 10 millones de litros, y este año, con la paralización, se llegarían a colocar unos tres millones de litros”, expresa.

En el peor momento
Junto con el cebiche de pescado, el pisco conforma lo más representativo de la reputada gastronomía peruana. Con él se hace el pisco sour, el coctel nacional, muy apetecido por los turistas, que no llegan al país desde marzo.

Y aunque mantiene una vieja controversia comercial sobre la denominación de origen con Chile (también productor y exportador de pisco), Perú se considera la cuna de este licor, cuyo nombre proviene del quechua y de una zona geográfica del mismo nombre que se remonta al siglo XVII.

El pisco peruano se elabora siguiendo una norma técnica que es, además del lugar geográfico, otro de los requisitos para obtener la denominación de origen que se otorga a los destilados obtenidos en los departamentos de Lima, Ica, Arequipa, Moquegua y Tacna.

La mitad de la producción de la uva pisquera, calculan los productores consultados, corresponde a pequeños y medianos agricultores que no cuentan con el músculo financiero para enfrentar esta crisis. “Hay un gran problema para el productor de uva pisquera”, manifiesta Carlos Mejía, dueño de la marca Lablanco, proveniente de una familia con más de 13 generaciones en el negocio.