Nicolás Sinaluisa y Carmen Sinaluisa trabajan en el taller de tejidos andinos. Ambos enseñan a los niños. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES

Nicolás Sinaluisa y Carmen Sinaluisa trabajan en el taller de tejidos andinos. Ambos enseñan a los niños. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES

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Ellos rescataron los tejidos tradicionales

21 de febrero de 2019 11:48


Los ponchos hechos con fibras naturales de borrego son el producto estrella del taller de Nicolás Sinaluisa; también son las prendas que más se demandan. No sólo las piden los indígenas de Chimborazo, Cañar y Azuay, sino que también son muy solicitadas para los rodeos y desfiles por los chagras (hombres del campo).

Los ponchos se manufacturan en telares manuales. Sinaluisa y las cuatro mujeres que trabajan con él se encargan de darle forma a los hilos de colores y los tejen hasta obtener un textil grueso, resistente al frío del páramo y a las tareas complicadas del campo.

“Antes en Yaruquíes y Cacha había muchos talleres de tejidos, la mayoría de familias subsistían de ese oficio, pero luego por la migración y la incursión de las grandes empresas textiles que ofrecen telas más baratas el oficio empezó a desaparecer”, cuenta Sinaluisa.
Su padre, Segundo Sinaluisa, era uno de los artesanos más reconocidos de su comunidad natal, Santa Clara. Él tejía bayetas, ponchos y fajas en un telar de cintura.

Sin embargo, falleció cuando Nicolás tenía sólo ocho años, por lo que no pudo aprender de él su arte. Pero le heredó todos los accesorios, telares y materias primas de su taller.
A los 20 años, Nicolás se dedicaba a la construcción y, simultáneamente, aprendía sobre tejidos en un taller comunitario y en todas las capacitaciones que gestionó la fundación de los amigos de Wolfang Shaft, un párroco que impulsó la educación y la interculturalidad en Yaruquíes.

Él también impulsó la apertura de un instituto que combina la educación académica con las actividades prácticas y el rescate de los saberes ancestrales en esa parroquia. Se trata de la Unidad Educativa Adolfo Kolping.

Sinaluisa labora ahí como docente. Su función es enseñar a los niños y jóvenes el arte del tejido.

El propósito es conservar el conocimiento del oficio antiguo que estaba cerca de desaparecer. También busca darles a los chicos opciones para que inicien sus emprendimientos en las comunidades y así detener la migración.

Los niños aprenden desde las puntadas más básicas, ideales para elaborar pulseras y wangos, hasta el manejo de los telares de madera. Cuando se gradúan tienen la opción de laborar por temporadas en el taller de tejeduría.

“Me encanta trabajar con los niños. Ellos quizás no están del todo conscientes, pero están rescatando una parte de la memoria histórica de las comunidades”.

El taller funciona desde el 2002 y se mantiene a flote por medio de la autogestión. Los ingresos de la comercialización de las prendas originarias sirven para pagar los sueldos de los artesanos y para reinvertirse en el taller que lleva el nombre de Rosa Frey.

Nicolás y su familia han invertido cerca de USD 15 000 en la adquisición de maquinarias para la manufactura de ropa deportiva y camisetas. El contrato más grande que obtuvieron fue en el 2009, cuando fabricaron 25 000 uniformes para los niños de las escuelas bilingües de toda la Sierra Centro.

Eso les permitió renovar las maquinarias y pagar algunas deudas del taller. La inversión también abrió una nueva línea de negocio.

Ellos ahora pueden fabricar cualquier tipo de ropa casual y deportiva, con un toque cultural.
En el taller de tejidos se manufacturan ponchos, bufandas, ponchos femeninos, bayetas y todo tipo de prendas hechas con lana de borrego o con hilos sintéticos.

Cada año ellos diseñan y fabrican los trajes de los personajes del Pawkar Raymi: la Mama Shalva y el Yaya Carnaval. La bayeta que este año usará la Mama Shalva es especial debido a que está tejida con una técnica característica de Cacha y por primera vez llevará el diseño de la chakana, que antes sólo usaban los varones.

En el taller también se elaboran shygras de varios colores que tienen los mismos diseños que las fajas kawiñas puruhaes. Esos bolsos son apetecidos por los turistas.

La mercadería se comercializa en el puesto 15 de la plaza artesanal del Tren, en Riobamba. También en ferias de tres provincias.