Dejar las tareas asignadas para el último minuto es una práctica que puede resultar tanto positiva como negativa. Foto: Freepik.es

Dejar las tareas asignadas para el último minuto es una práctica que puede resultar tanto positiva como negativa. Foto: Freepik.es

Lo bueno y lo malo de procrastinar

27 de diciembre de 2019 12:46

En la rutina laboral hay trabajadores que postergan o retrasan voluntariamente la ejecución de tareas asignadas. A ese acto se lo conoce como procrastinar. En otras palabras, es dejar las cosas para el último minuto.

Revisar redes sociales, conversar con los compañeros de oficina, tomar un café o pasar un momento desconectado de Internet pueden considerarse procrastinación. Hay criterios encontrados que destacan efectos negativos y positivos para las organizaciones.

En lo negativo se advierte que cuando es una práctica frecuente, puede resultar perjudicial para la productividad, ya que podría comprometer el cumplimiento de las metas, así como la calidad de los bienes o servicios que presta.

Como positivo se observa que se da la oportunidad de disminuir el estrés del trabajador, le permite oxigenarse, le ayuda en su creatividad y mejora las relaciones interpersonales.

El psicólogo Juan Francisco Gortaire explica que la procrastinación no es lo mismo que el ocio, porque en lo último hay factores de diversión, mientras que en lo primero hay la intención de aplazar una responsabilidad.

“La comunicación ineficiente entre los equipos de trabajo podría ser un factor de procrastinación. También influye no tener orden ni prioridad de las tareas con una metodología base. Esto hace que el trabajador procrastine aquello que puede ser urgente e importante porque su trabajo lo demanda”, describe Gortaire.

Factores socioculturales externos a la empresa, como las relaciones familiares, con amigos y más también influyen en el desempeño de una persona. “Cuando un trabajador se enfrenta a algún tipo de estrés, que está por fuera de lo laboral, puede afectar a su rendimiento”, agrega el psicólogo.

Pablo Villacís, especialista en recursos humanos y administración de empresas, en un blog publicado por la firma Evaluar (con presencia en varios países, incluido Ecuador), expone tres características que distinguen a los procrastinadores. Son personas que buscan distracciones activamente, prefieren no tomar responsabilidades muy pesadas, y complican las cosas sencillas.

Frente a ello, Villacís da cinco recomendaciones de lo que pueden hacer los departamentos de recursos humanos: asignar proyectos con trabajo subdividido, fijar fechas de entrega detalladas de las subdivisiones, crear ambientes especializados, incentivar los momentos de recarga (distracción), y la retroalimentación a través de evaluaciones de desempeño del personal.

Una estructura adecuada de las tareas -con responsabilidades, tiempos y objetivos definidos-, más una efectiva comunicación y supervisión del cumplimiento de metas son claves para que la procrastinación no resulte nociva, añade Anna María Carrozzini, experta en talento humano.

“Cada persona tiene identificados cuáles son sus momentos para hacer o tomar decisiones. Hay quienes son muy activas y quieren hacer todo ese mismo rato; y hay otras que se toman más tiempo porque son más analíticas o menos impulsivas. Lo que no podemos hacer es perder oportunidades por no tomar decisiones a tiempo”, reflexiona Carrozzini.

Los expertos coinciden en que “no todo es trabajo” y que la productividad del personal también requiere de momentos de esparcimiento, más allá de las pausas activas. Eso sí, hay que prevenir que no se comentan excesos.

“Procrastinar puede no ser tan malo”, sostiene una publicación de Linkedin de septiembre pasado, basada en un artículo de la revista Fast Company. Anisa Horton, autora del texto, argumenta que muchas recomendaciones para evitar la procrastinación no tienen fundamento.

Linkedin cita tres de las cinco “mentiras” desmitificadas por Horton. La primera tiene que ver con que esta práctica “es un mal hábito del que tenemos que ­deshacernos cuanto antes”.

La autora refuta que estos momentos pueden ser beneficiosos y conducir a mejores decisiones, ya que el tiempo permite juntar más información y procesarla.

La segunda consiste en que es un problema de gestión de tiempo. El truco para ganar la partida está en explorar lo sentimientos que hacen que las personas quieran postergar una tarea y suavizar las asociaciones negativas.

Y la tercera mentira desmitificada por Horton es que la procrasticación “disminuye el rendimiento”. Según la autora, cuando se tienen que encontrar soluciones creativas es bueno realizar descansos y darle tiempo al cerebro para procesar y hacer nuevas conexiones.