Miguel Andrango es el impulsor de Tahuantinsuyo Weaving Workshop. El sitio desarrolla tejido ancestral. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES

Miguel Andrango es el impulsor de Tahuantinsuyo Weaving Workshop. El sitio desarrolla tejido ancestral. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES

El tiempo se detuvo en este tallerde tejido

20 de agosto de 2018 07:54

Las fibras de lana de oveja, alpaca y algodón se transforman en finos tapices, cobijas, abrigos, fajas, bufandas, etc., en Tahuantinsuyo Weaving Workshop.

En este emprendimiento familiar, que funciona en la comunidad kichwa de Agato, en Otavalo (Imbabura), se conserva la técnica para tejer en telares de cintura.

A los turistas, especialmente extranjeros, les sorprende conocer el proceso artesanal del lavado, teñido y tejido de los hilos, con los que dan forma a una variedad de prendas de vestir y artículos.

La historia de Tahuantinsuyo está atada a la familia de Miguel Andrango Concha. El artesano, de 84 años de edad, está al frente de cuatro generaciones de tejedores, que guardan con celo esta técnica ancestral de producción.

Este kichwa Otavalo se ha encargado de enseñar a hijos y nietos los secretos para hilar, tal como aprendió de su padre, Francisco. Cuando tenía siete años, Miguel alternaba los estudios en la escuela con la labor en el taller familiar.

Desde hace dos años hay más interés de agencias de viajes por incluir en los itinerarios de sus clientes la visita a este recóndito sitio. Esa demanda está relacionada con la difusión del obraje, a través de la Internet. Hay cinco operadoras que están entre las clientes más frecuentes.

Andrango se resiste a que este oficio tradicional y antiguo se esfume con la modernidad. Por eso, ha conseguido el apoyo de su hija, Luz María; su yerno, Rafael Maldonado; sus nietos, Fabián Maldonado y Blanca Cabascango y sus bisnietos. También se ha involucrado, José Manuel Andrango, hermano del emprendedor.

Tahuantinsuyo Weaving Workshop atiende de lunes a domingo. La mayoría de visitantes llegan previo cita, explica Cabascango. Los integrantes de la familia se alternan para realizar las demostraciones en el taller.

Uno de ellos es Rafael Maldonado. Relata que en un río cercano al inmueble se lava la lana. En el proceso se utiliza hojas de penco, que previamente son trituradas sobre un piedra con un mazo de madera, para obtener un líquido similar al jabón.

Luego, en un recipiente se ponen las hebras con el limpiador natural y se las deja en remojo varios minutos. Para aprovechar todos los elementos, con las fibras del agave se hacen alpargatas y sogas, indica Andrango, mientras sostiene en sus manos un par de este calzado.

Después la lana se guarda en canastos de carrizo que son introducidos al agua del río, varias veces. Una vez limpias, las fibras se llevan al taller en donde se secan al sol, colgadas en cordeles.

En una de las habitaciones del inmueble, de paredes de adobe y techo de teja, funciona el taller, que cuenta con un torno de madera y telares de cintura. Ahí, el tiempo parece haberse detenido. Por eso, para emprender esta iniciativa no necesitaron de una gran inversión de dinero.

Los tejedores explican el proceso de las hebras desde la fase de cardado. Con una especie de cepillo, que crece en una planta de la localidad, peinan la lana.

Finalmente, en un torno se transforman en hilos de diferente grosor. Éstos se colocan en la urdimbre, para que luego pasen por la trama y se forme el tejido. Son prendas únicas, pues el laborioso proceso no permite hacerlas en serie, explica Cabascango. Además, los textiles tienen diseños en ambos lados.

La visita y la demostración que se realiza en esta factoría artesanal no tienen ningún costo. Los ingresos se generan por la venta de artesanías en el salón de exhibición, que funciona en una habitación contigua al taller. Ahí hay artículos desde USD 10.

La fama de los tejidos de Miguel Andrango y de sus descendientes ha rebasado fronteras. El experimentado artesano tuvo la oportunidad de conocer EE.UU., México, Perú, Bolivia, entre otros.

En la última semana, Luz María Andrango realizó una visita a Santa Fe, en Nuevo México, EE.UU, a pedido de un grupo de ciudadanos que están interesados en conocer los secretos de esta técnica de tejido autóctona.

Otros datos

La dimensión  que tiene el telar permite obtener un tejido tres metros de largo por 90 centímetros de ancho.

Un tapiz  de este tamaño demanda de un trabajo, de al menos, un mes.
Los tintes  que emplean para dar color a los hilos son naturales. Para el teñido usan las cortezas de nogal y cochinilla.

La lana  de oveja la compran en la Plaza de los Ponchos. La de alpaca en Cuenca.
Para visitas  al taller puede escribir al correo electrónico tallerandrango@gmail.com. O llamar a los teléfonos 0988091055.