El artesano kichwa Luis Alberto Picuasi  ofrece estas artesanías al por mayor y menor. Los telares de madera son el puntal de su obraje. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES

El artesano kichwa Luis Alberto Picuasi ofrece estas artesanías al por mayor y menor. Los telares de madera son el puntal de su obraje. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES

Los tapices hechos en telares de madera son su especialidad

19 de febrero de 2020 11:53

Luis Alberto Picuasi es uno de los últimos tejedores de tapices de la comunidad San José de Cerotal, en el cantón Antonio Ante, en Imbabura.

Este indígena Otavalo lleva la mayoría de sus 46 años en esta actividad. Recuerda que cuando tenía 9 años su padre falleció, por lo que vio la necesidad de emprender en un oficio.

Los secretos del cardado, hilado, urdido y tejido los aprendió de su primo Daniel Picuasi.

El taller, situado junto al estadio de la comunidad, está equipado con cinco telares de madera de eucalipto. Recuerda que estas máquinas artesanales las fabricó el maestro Segundo Picuasi, ya retirado del oficio.

Antes, en esta parcialidad había un tejedor en cada casa. Sin embargo, tras la dolarización la mayoría de vecinos optó por ocuparse en otras actividades.

En el telar más grande, Picuasi confecciona tapices de 2,10 metros de alto por 1,60 de ancho.

Los artículos, algunos con diseños étnicos, son utilizados para decoración de paredes, pisos, muebles, entre otros.

Como varios indígenas otavaleños que viajan al extranjero, Picuasi probó suerte en Bélgica, Holanda, Alemania; en estos países se dedicó a la venta de artesanías y a la música. Interpreta la guitarra, el violín, el bandolín y la quena.

Luego retornó al país y se casó. Tiene 10 hijos. Inti, uno de los mayores, le ayuda en el taller.

Para la fabricación de cada diseño se apoya en imágenes impresas o digitales. El proceso se inicia con la selección de los hilos. Para obtener la imagen deseada realiza un cálculo de cada lienzo.

La semana pasada, Luis Alberto Picuasi elaboraba un lienzo, en tonos blanco y negro, con la imagen de cuatro mujeres indígenas que están sentadas en el campo mirando al horizonte.

Sus creaciones las comercializa en la Plaza de Ponchos de Otavalo, cada sábado. Hay tapices desde USD 15 hasta 85.

Entre sus clientes también están comerciantes otavaleños que residen en Europa y Norteamérica.