Mónica Orozco
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Walt Disney enseñó a crear y premiar a la innovación

Entre enero y diciembre de 1933, Mickey Mouse recibió 800 000 cartas de admiradores de todo el mundo, unas 66 000 por mes. Definitivamente eso es lealtad de marca. ¿Cómo logró Disney que el mundo ame a un ratón?

79 años después el fenómeno Disney sigue en auge. Unos 300 empleados y gerentes de empresas públicas y privadas interesadas en la innovación se dieron cita el pasado viernes, en Quito, al Taller Interactivo de Creatividad de The Disney Institute para averiguar sus secretos.

La industria del entretenimiento, como la conocemos hoy en día, empezó cuando a Walt se le ocurrió dibujar un ratón en una libreta mientras viajaba en tren de Manhattan a Hollywood. Quizá por eso la imagen de ese personaje de tiernas orejas redondas se las ingenia para prenderse incluso de la corbata de Jack Santiago, facilitador del taller promovido por The Edge Group y Revista LÍDERES.

El único requisito que Jack exige para arrancar la capacitación es volver a ser niños. Para ello, entrega crayones a los asistentes, que los devuelve a los primeros rayones de su infancia. “Con las crayolas yo me sentía rico cuando era niño, podía tener cualquier cosa porque yo mismo podía crearlas”, les dice Jack.

El ejercicio es solo un ejemplo que utiliza para demostrar que todo el mundo es creativo. La siguiente actividad les dejará otra lección de éxito empresarial. En las pantallas aparece un gorro con las orejas de Micky. El facilitador les pide pensar en cinco usos creativos que puedan darle a esta prenda. De inmediato hay una lluvia de ideas que sorprende al propio presentador. A un joven empresario se le ocurre que lo puede utilizar como tapa para que no se le enfríe la sopa. El empleado de una empresa automotriz y al que ya se le notaban las entradas en la frente quiso darle un uso más personal: “gorro para esconder la calva”. Otras propuestas que se lanzaron en el salón fueron: “antena de televisión” e, incluso, “pararrayos”.

La idea de este ejercicio fue mostrar que las ideas “viejas” pueden transformarse en proyectos innovadores.

Esto lo vivió el propio Walt cuando en 1940 propuso a las salas de cine, que presentaban sus películas, que apliquen estrategias para hacer vivir al público una experiencia más personal; por ejemplo, lanzando gotas de agua a los asistentes cuando observaban escenas en ríos o cascadas. Pero los empresarios le respondieron que era muy costoso. “Sus ideas pudieron aplicarse recién en 1960 y fueron un verdadero éxito”, relata a los asistentes Ernesto Salas, otro facilitador.

Pero no basta con creer en que todos pueden ser creativos, la empresa de entretenimiento más grande del mundo cree que las compañías deben facilitar ambientes adecuados para que las propuestas fluyan libremente. Para ello, los presentes aprenden la metodología de lluvia de ideas. Juegos para ensayar el trabajo en equipo les enseñará que se deben aprovechar las iniciativas de todos los que trabajan en la empresa, especialmente de aquellos que están en contacto directo con el público objetivo, que Walt Disney prefería llamar sus “huéspedes”.

Durante el taller, los presentes también generaron ideas de “éxito”. José Boada, empleado de Marathon Sports, salió convencido de promover en su empresa una escucha activa. “Se deben abrir los oídos para nuevas ideas, pero el resto (de empleados) debe aportar para mejorarlas”.

Pablo Zárate, otro asistente, quiere desde ahora pensar en productos que proporcionen un recuerdo emotivo para atraer a los clientes y cree que talleres de trabajo con diversas áreas de su empresa ayudará a generar nuevos productos.

Al final nadie se quedó sin su figura de Disney, porque esta empresa cree que la creatividad debe ser premiada. Y no faltó el último consejo de Jack: “no olviden llevar un crayón en el bolsillo”.