Un grupo de trabajadores labora en una fábrica de mascarillas en Shanghái. China produjo casi mil millones de máscaras al día, según datos de un informe del diario estatal People’s Daily. Foto: Reuters

Un grupo de trabajadores labora en una fábrica de mascarillas en Shanghái. China produjo casi mil millones de máscaras al día, según datos de un informe del diario estatal People’s Daily. Foto: Reuters

‘Boom’ de las mascarillas y sus efectos adversos

15 de octubre de 2020 17:44

El brote de covid-19 es lo mejor que le ha pasado a la industria de las mascarillas, pero va a ser necesario hacer una limpieza. Entre los efectos secundarios del ‘boom’ se encuentran peleas diplomáticas, escándalos sobre la calidad, estafa y fraude. Lidiar con el exceso de capacidad y una montaña creciente de residuos de polipropileno será un auténtico quebradero de cabeza.

El miedo a la enfermedad es un motor fiable para el consumo. Dada la desesperación de las autoridades por abastecer a los asustados electores, las empresas con la maquinaria adecuada convirtieron rápidamente las líneas de fabricación para producir equipo de protección individual, conocido como EPI. La empresa 3M dijo que la demanda de mascarillas N95 en el sector de la salud de EE.UU. aumentó hasta 40 veces respecto a los niveles prepandémicos.
Al mismo tiempo, un ejército de intermediarios, especuladores y defraudadores entraron en acción para satisfacer la demanda.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo proyecta que las ventas anuales de mascarillas aumentarán más de 200 veces hasta alcanzar USD 166 000 millones en 2020.

Este incremento podría no ser suficiente para saciar el mercado actual. A nivel mundial, 3M ha duplicado la producción de sus respiradores N95 desde enero, y está en camino de producir 2 000 millones para finales del 2020. Sin embargo, la compañía cree que la demanda de los N95 y otros respiradores todavía excede la capacidad de toda la industria.

China ya representaba aproximadamente la mitad de la producción mundial de mascarillas al comienzo de la crisis, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Es posible que ahora cuente con más, dada la rapidez con la que sus ágiles responsables de fábricas se volcaron a la fabricación de EPI.

El fabricante de coches eléctricos chino BYD, por ejemplo, se puso en acción y firmó acuerdos de suministro con el japonés SoftBank y el estado de California, entre otros; ahora sostiene que es el mayor fabricante de mascarillas del mundo. El grupo de comercio minorista estadounidense Gap vendió USD 130 millones en mascarillas en el segundo trimestre.

La pandemia también impulsó productos de mejor imagen, aunque menos eficaces desde el punto de vista médico, entre ellos, mascarillas deportivas transpirables y artículos de moda como el protector facial de Louis Vuitton, con incrustaciones de oro.

Las proyecciones de la industriadicen quepor una eventual recuperación  económica, con la vacuna, el sector de mascarillas podrá irse a pique.

Las proyecciones de la industria dicen que por una eventual recuperación económica, con la vacuna, el sector de mascarillas podrá irse a pique.

Auge y caída
La competencia por el abastecimiento hizo que muchos países impusieran restricciones a la exportación, lo que generó grandes beneficios para los contrabandistas. La escasez animó a los aficionados y a los estafadores a lanzarse a la industria con resultados previsibles. Un conocedor de la industria dijo que en las primeras fases del brote, una pequeña empresa podía establecer una simple línea de producción por alrededor de USD 200 000 en tan solo dos semanas; el producto de esas actividades a menudo terminaba suspendiendo las pruebas de control de calidad.

También hay muchos intermediarios, no todos ellos cualificados u honestos, que conectaban a los clientes con los proveedores por una tarifa. En marzo, el Gobierno de Hong Kong adquirió más de 6 millones de mascarillas quirúrgicas con una marca comercial falsificada, de las cuales se distribuyeron alrededor de la mitad, según informó el South China Morning Post.

También habrá un coste medioambiental. Alrededor del 75% del plástico relacionado con el coronavirus -incluyendo las mascarillas diseñadas para un solo uso- irá a parar a vertederos, ríos y océanos. Se trata de una enorme cantidad de material derivado del petróleo; en abril, China produjo casi mil millones de máscaras al día, según datos de un informe del diario estatal People’s Daily. Muchos de los millones de máscaras desechadas han empezado a inundar las playas y los senderos naturales de Hong Kong.

A medida que la actividad económica se normalice, casi todos los demás sectores se beneficiarán, salvo el de las mascarillas, que puede acabar con un excedente.